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1000 Oldies

lunes, 8 de diciembre de 2014

La Ciudad / Ray Bradbury / Mariana Olvera López


"Un cohete de la Tierra aterriza en un planeta desconocido, donde encuentran lo que parece una ciudad desierta. A medida que los seres humanos comienzan a explorar, se dan cuenta de que la ciudad no está tan vacía como parecía: la ciudad esperaba la llegada de seres humanos. Se trataba del plan de contingencia de una civilización muerta hacía mucho tiempo, preparado para vengarse de la humanidad después de que su cultura fuera barrida con las armas biológicas de los seres humanos. Una vez que la ciudad captura y mata a los astronautas, los cadáveres de los seres humanos se utilizan como autómatas para concluir la venganza de los creadores de la ciudad: un ataque biológico contra la tierra." [1]

            Érase una vez, una ciudad inhabitada, una ciudad encontrada en un planeta que sólo daba vueltas, vacío, esperando a algún quién sabe quién en el año veinte mil. Las flores caían y volvían a crecer, las estaciones pasaban una y otra vez en conjunto con el tiempo transcurrido como es sabido, los ríos se secaron, los campos también llegaban a secarse. Y la ciudad seguía intacta.
            A mediados de éste año, la espera por aquel quién sabe qué, terminó. Un cohete aterrizó en la ciudad y los hombres descendieron en dichos campos amarillentos gracias al tiempo con la intención de explorar ese desconocido territorio. Pareciera como si la ciudad tuviese vida propia; sus narices olfateaban a aquellos nueve intrusos humanos, olor de acechantes. Me lo imagino como un olor algo desagradable. A eso olemos nosotros los seres humanos.
            Los hombres comenzaron a charlar, que si necesitaban protección, que si la ciudad estaba inhabitada o no, las precauciones que debían tener en lo desconocido, etc. Hacia esto, el efecto que causaron a la ciudad fue que agudizara su oído. Obviamente después de miles de años del cansado sonido del silencio, el viento, la brisa moviendo y bailando con las hojas, una charla entre seres humanos sería algo interesante, aunque a la vez, algo peligroso de presenciar. El humano es tan capaz de llegar a terribles circunstancias hacia cualquier aspecto. Pero como siempre, también mostrando inseguridad y temor. Dicen que éstas dos son algunas de las principales emociones o estados emocionales  que impulsan al hombre a hacer lo que hace, todo mal, toda aberración.
            La Nariz, además de sentir todo lo anterior junto con Las Orejas, analizó toda la información tal cual como una computadora, obteniendo como resultado componentes del sudor; cloruros, sulfatos, ácidos, nitratos, creatinina, azúcares. Algo sorprendente.
            La ciudad aún parecía muerta para los humanos. Había quienes sentían malas vibras, por decirlo así, un mal presentimiento del lugar donde se encontraban. ¡Sería imposible no encontrar vida en otro planeta que no fuese el de uno mismo! O al menos eso es lo que creo yo.
            Los hombres quedaron inmóviles, analizando lo que estaban viendo y las posibilidades que se presentaban por si lo desconocido aparecía. Por si llegaba a hacer compañía un segundo, un tercero… o peor… La Oreja ahora sólo lograba captar las respiraciones inquietantes de aquellos misteriosos y peligrosos humanos que se acababan de presentar en la ciudad.
            Luego, respondiendo a las solicitudes de La Oreja y La Nariz, crearon unos líquidos, con mezclas de fórmulas, provocando unas invisibles nubes de vapor que secretaban un olor a hierba dirigido hacia los invasores. Los cuales siguieron marchando en calma, investigando todo lo que el tiempo les permitiera de esa ciudad… Y sus probables habitantes.
            Llegó la hora para que Los Ojos de la ciudad también despertaran.
            Aquél humano de entre los nueve que había tenido un mal presentimiento sobre la ciudad, comenzó a ver cosas que los demás no notaban por su fascinación con lo demás. Divisó a los lejos las ventanas de un edificio que se habían movido, habían cambiado de color. Pero nadie lo había notado. Pobre hombre, lo hubiesen creído un loco, y encima de eso, un miedoso.
            La Ciudad despertó; todo comenzó a agarrar forma, todo se ajustó y volvió al resplandor. Creo que las ventanas de aquellos edificios eran los ojos de la ciudad, tendían a dilatarse y aclararse, entre otras cosas. Unos ojos que observaban claramente a los nueve hombres vestidos de blanco y portando armas metálicas.
            Incluso el piso de aquélla ciudad estaba diseñada para pesar a estos nueve hombres invasores. La ciudad estaba despierta, y muy viva. Mientras los hombres se seguían debatiendo entre si regresaban al cohete, o si seguían con su investigación hacia lo desconocido.
            La ciudad se agilizaba cada vez más en percibir en todos sus sentidos la presencia humana, no logro captar si esto es algo bueno o malo. Bueno en el sentido en el que siempre es una fascinación para todos el conocer cosas nuevas, experiencias nuevas. Lo desconocido siempre es algo asombroso para todos. Pero malo por el lado de que aquellos intrusos eran nada más y nada menos que seres humanos. ¡Seres humanos! El ser más peligroso que puede existir en la Tierra, y en este caso, más allá de la Tierra. El hombre adquiere conocimientos, conocimientos que puede aprovechar ya sea de mala o buena manera. Desafortunadamente siempre optamos por la mala manera. Así somos. Queremos lo mejor para nosotros mismos sin pensar en lo demás ni las consecuencias.
            Los suelos, además de pesar a los humanos, también eran como lenguas que sentían su sabor, un sabor que fue añadido al conjunto de análisis que los sentidos de la ciudad habían captado. Yo me preguntaba el resultado final que tendrían sobre los invasores terrestres al terminar todo este análisis realizado por los sentidos.
            El personaje mencionado que tenía sus sospechas de la ciudad, salió corriendo hacia la nave, debido a que no podía soportar más el seguir con la investigación, tal vez pudiese ser visto como un cobarde, pero al parecer él sabía lo que hacía y no le importaba lo que pensaran los demás.
            La ciudad ya había sentido, pesado, olfateado, escuchado, y todo lo demás que se pudiese a aquellos seres humanos, así que al sentir a uno de ellos corriendo, decidió hacer una prueba final. Se abrió una trampa en medio de la calle y se tragó de entre ellos al capitán del grupo.
            El capitán murió enseguida. Una navaja le abrió la garganta mientras otra se encargaba de abrirle el pecho. Le vaciaron las entrañas, y las expusieron sobre una mesa. Todo esto ocurrió en el subterráneo, en un cuarto secreto. Examinaron cada fibra de los músculos y su corazón. Todo su cuerpo en total fue examinado mientras los demás hombres seguían corriendo asustados. Todo mientras La Mente de la ciudad sacaba sus totales.

            Los detectaron. Eran los enemigos. Llegaron a la conclusión de que eran aquellos seres de los que se querían vengar, aquellos que alguna vez les causaron tanto daño, sin haber sido las primeras víctimas, sino también incluso habían causado daños hacia las personas de su mismo mundo. Vaya criatura tan extraña y desleal. El hombre arruinó aquella ciudad, Taollan, esclavizando a sus habitantes y arruinando todo lo que alguna vez habían logrado tener  prosperando. Pero eso había sido hace ya hace veinte mil años, otras personas con otras intenciones, otros hombres totalmente desconocidos hacia estos nuevos invasores. Pero los habitantes de la ciudad no olvidaban. Para ellos era lo mismo un hombre al otro. Todos eran hombres, todos eran seres crueles desde su perspectiva.

            La máquina comenzó a construir nuevamente al capitán que habían capturado para examinar de forma sanguinaria, pero ésta vez estaba constituido de materiales diferentes, creado específicamente por y para la ciudad, para defenderla, para hablar en paz por ella. Su primera acción como renacido fue disparar a uno de sus hombres, en el intento de hablar, quitando el odio de sus palabras, para hacer comprender a los otros hombres invasores lo que estaba sucediendo; la ciudad utilizó por fin otro poder además de sus agudos sentidos, utilizó el poder del lenguaje, lo cual le sirvió para comunicar sus intenciones. Ya no era más su capitán. Era un hombre nuevo. Habló en el nombre de la ciudad:

     Unos hombres que murieron; la vieja raza que una vez vivió aquí. La gente que los terrestres dejaron morir de un mal espantoso, una lepra incurable. Y los seres de esa vieja raza, soñando con la vuelta de los hombres construyeron esta ciudad. El nombre de esta ciudad ha sido y es Venganza, en el planeta de las Sombras, a orillas del mar de los Siglos, al pie de la montaña de la Muerte. Todo muy poético. Esta ciudad iba a ser una balanza, un papel de tornasol, una antena que examinaría a todos los futuros viajeros del espacio. En veinte mil años sólo dos cohetes descendieron aquí. Uno venía de una galaxia remota llamada Ennt. La ciudad pesó y examinó a los ocupantes de aquel cohete y los dejó ir, sin un solo rasguño. Hizo lo mismo con los tripulantes del segundo cohete. ¡Pero hoy! ¡Al fin habéis llegado! La venganza será total. Aquellos hombres murieron hace doscientos siglos, pero dejaron una ciudad para daros la bienvenida.[2]

            Los hombres intentaron escapar, pero en un abrir y cerrar de ojos fueron atacados por navajas. Después de todo, lo que causaron dichas navajas fue la inserción de nuevos componentes para los invasores, así como hicieron con el capitán del grupo. Nuevos hombres. Nueva mente. Pensamientos y planes para destruir el planeta Tierra con unas bombas que contenían gérmenes patógenos. El cohete despegó de los suelos. La ciudad cerró y apagó todos sus sentidos, muriendo así, por fin en paz después de un largo tiempo.

"Ray Bradbury nació el 22 de Agosto de 1920 en Waukegan, Illinois. En el año 1931 empezó escribiendo sus propias historias. Durante su niñez, fue propenso a pesadillas y horribles fantasías que acabó por plasmar en sus relatos. Genio de la ciencia ficción. La Ciudad aparece en su obra El Hombre Ilustrado en el año de 1951."




[1] Sinopsis
[2] Tomado del relato La Ciudad, Ray Bradbury.

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