Los adverbios acabados en “-mente”:
¿Uso…?
Es normal, entre los noveles escritores, el
uso excesivo de la partícula adverbializadora «mente»: claramente,
adecuadamente, profusamente, inconvenientemente…
¿Cuál es el porqué de esta tendencia? Varias pueden
ser las causas:
El pensar que el uso de tales adverbios imprime más cultura
y seriedad al escrito.
Que el escritor sea persona proveniente de registros
lingüísticos en los que se usan en exceso, como es el caso del uso forense
(juristas, administrativos) o el periodismo.
Que son fáciles de usar y dan la impresión de completar
ideas ahorrando palabras.
¿… o abuso?
En realidad, el abuso de este tipo de adverbios es un problema
para el escritor:
No sólo indican poca cultura, sino también pobreza de
recursos.
El texto en el que abundan suele ser romo, pobre,
inexpresivo.
Sirven, en especial, para evitarle al escritor
el esfuerzo de buscar la palabra adecuada.
Hacen evidente la pereza mental.
Un símil
Los adverbios terminados en mente son como los troyanos de
una computadora, que remiten a otros (en este caso los lectores)
información sobre cómo está configurado ese “disco duro” que es el cerebro del
escritor, sobre cuál es la profundidad de su cultura, acerca de cuánto ha
leído, e incluso de qué tipo de registro ha utilizado antes de dedicarse a
escribir (jurídico, administrativo, periodístico…). Es preferible no
dejar este tipo de rastros.
Un ejemplo…
No resulta nada estético escribir así:
«Evidentemente aquel hombre se hallaba entre la espada
y la pared. No pensaba en nada, simplemente, se dejaba llevar por sus
sentimientos. Se había comportado adecuadamente en todas las
situaciones vitales que le había tocado vivir; sin embargo, tanta
prudencia lo empujaba, inevitablemente, a ser diferente al resto de sus
congéneres que vivían tan peligrosamente».
La mayor parte de los adverbios terminados en
mente pueden tacharse sin más del discurso y este no pierde ni un
ápice de su significado. En otros casos bastará con sustituirlo por los
vocablos adecuados. Así quedaría el párrafo anterior, una vez expurgado:
«Aquel hombre se hallaba entre la espada y la pared. No
pensaba en nada, se dejaba llevar por sus sentimientos. Se había
comportado con corrección en todas las situaciones que le había tocado vivir;
sin embargo, tanta prudencia lo empujaba a ser diferente
al resto de sus congéneres, cuya vida era tan peligrosa».