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1000 Oldies

sábado, 1 de julio de 2017

Reflexión / Jorge Galeana Acuña


De pequeño tuve un pez, y como la persona original que soy lo acuñé con el nombre de Squishy; Squishy era azul, tenía unos ojos enormes de visibilidad hueca y un par de aletas y cola desproporcionados a su cuerpo, majestuosas y acaparantes. Cuando él  nadaba en círculos en su vasito desechable sus extremidades se convertían en un trio de banderas unicolor, con movimientos totalmente independientes al cuerpo al que estaban adheridas; podía observadas por horas y horas cual ondear de banderas en un día de ventisca. Squishy parecía estar bien, y lo estaba, asumiendo que por bien uno se refería a igual al resto, pero como el resto, el pobre Squishy padecía de falta de memoria de corto plazo.

   Majestuoso, poderoso, capaz, pero si carece de retención, ¿En que se convierte? ¿Inútil? ¿Obsoleto?, ¿O solo sin sentido? Si algún día llegáramos a perder cualquier registro de nuestra historia sería cuestión de generaciones para que esta desaparezca de la faz de la existencia: "La más sólida tinta es mejor que la más brillante memoria". Los libros nos ayudan a no olvidar, y sí, aun estando por encima de cualquier otra especie conocida, la mera mente humana necesita ayuda para no olvidar; todos conocemos las consecuencias de La Gran Guerra: la gran depresión, Hiroshima, Nagasaki, América y la Unión Soviética. El hombre no tocará al fuego porque al hacerlo años atrás se quemó, le transmitió este conocimiento a sus hijos y ellos a sus hijos, ninguno volvió a tocar las llamas; ¿Y si el hombre no hubiera trasmitido dicho conocimiento? sus generaciones por venir tendrían que haber aprendido esto por experiencia, y coincidirán conmigo cuando les digo que ningún alemán querrá aprender lo que en la guerra por experiencias cada que la humanidad se olvide de ella.    Ésa es otra de las razones por la cual necesitamos los libros: son recuerdos, recuerdos que si no son redactados quedarán en el olvido, y con los recuerdos los mismos errores no volverán a ser cometidos. También está la expresión de los sentimientos, allí caben la filosofía, los poemas, las canciones incluso, pero eso será para otro momento.

La vela ardiente / Fernanda Vega Cobos



¿Por qué hoy en día no se lee? ¿Qué tiene el cine que no tenga un buen libro? La inmediatez, me aventuraría a decir. Hoy en día se vive de afán. No hay tiempo para detenerse, para desconectar el celular, el computador o el televisor y enajenarse del mundo por el tiempo que una buena lectura lo requiera. En este orden de ideas, ver la película basada en un libro, que puede tomar tan solo un par de horas de mi vida, es preferible a la inversión en tiempo, semanas o hasta meses, que un libro me puede exigir. No digo con esto existan grandes adaptaciones de libros en la pantalla grande. Hay pocos, pero se pueden dar ejemplos en donde la película incluso ha superado la misma obra literaria. Pero nunca se puede comparar con el enamoramiento que produce la lectura de un buen libro: la angustia, sólo se percibe al recorrer sus líneas; las voces que se entretejen, son las que perfilan el personaje que da nombre a la obra; los colores de la tipografía, permiten el navegar entre el mundo real y Fantasía.


   Una idea que no dejamos de compartir todos aquellos a quienes nos apasionan los libros, esos objetos mágicos compuestos de hojas llenas de misterio, imágenes, sensaciones, incluso aromas (¿quién no se ha detenido un instante a oler las páginas de un libro recién comprado?), y que revivimos cada vez que hablamos de ésta o aquella obra.


   La conocida frase de que leer es una puerta a la imaginación, no por ser trillada, deja de ser cierta. Las películas, por más fieles que sean al texto original, no pueden captar la esencia de un sustantivo arduamente buscado, ni el dinamismo de un verbo, ni mucho menos la fragilidad de un adjetivo. Los libros son eso, la historia de un pensamiento que sólo se puede plasmar en otro pensamiento: el del lector.

   La Vela Ardiente nos muestra el problema más grande de la actualidad y que es lo que pasara en el futuro si no lo corregimos, la gente ya no lee, no se educa con la literatura. Es un cuento muy bueno que me deja con una fría imagen de lo que pasara si no tomo en serio la literatura y desvaloro su importancia.

La vela ardiente / Diana Villela García


La vela ardiente es un cuento que muestra un posible final para nosotros los humanos, en cómo estamos basándonos en la tecnología para todo, ya que ahora casi nadie lee casi nadie está pensando en que tan interesantes son los libros, las bibliotecas cada vez están más y más vacías, los niños van obteniendo la información con mucha más facilidad, y todo esto nos va a llevar a que todas esas ramas que nos ayudaron a crecer desaparezcan, me gusta este cuento, porque es muy futurista, me hace pensar en lo que yo estaría haciendo en un futuro como ése en que tal vez olvide todo con tal de sobrevivir, en donde estudiaría todo sobre tecnología con tal de no terminar muriéndome de hambre, sería muy triste y vergonzoso, pero si quisiera sobrevivir tendría que dejar la literatura a un lado y estudiar algo más tecnológico, pero supongo que de todos modos seguiría leyendo libros reales, y tal vez hasta escribiendo para no entrar en desesperación por no tener más cosas nuevas qué leer, pero bueno tal vez y con ese futuro también podríamos recuperarnos y ver todas las cosas que estamos tirando y querer volver a tenerlas, sería algo muy bonito.

Lo que me gustó y me molesto al mismo tiempo fue que al menos tuviéramos una última oportunidad para volver a ser una buena comunidad, pero me decepciono que un robot a lo que ahora nosotros solo consideramos una simple máquina que debe obedecer fue quien nos hizo ver que tanto necesitábamos a la literatura, la comunicación y todo esto que al principio nos hizo crecer tanto como personas y como sociedad, nos hizo ver que las personas que estaban creciendo en esa sociedad crecerían y serían unos humanos vacíos, sin un conocimiento real, pensando igual que todas las otras personas que solo tienen en mente que para tener una buena vida debes tener el mejor trabajo, sin importar si lo disfrutas o no, un buen trabajo donde te paguen mucho más que a cualquiera, donde te puedan dar el mejor carro, la mejor ropa, los más nuevos aparatos para usar en una casa de millones de dólares, y todo esto es lamentable, que toda la gente solo piense en esto en el futuro es muy triste y que un robot se dé cuenta que esto tiene que cambiar también me hizo pensar un poco  que la humanidad estaba muy perdida en ese punto, solo un robot, dos pequeños y el profesor pudieron salvar lo último que quedaba del verdadero conocimiento.

La vela ardiente / Mónica Sánchez Carreón


Me considero una persona que lee y disfruta de la lectura. No sé si lo que leo es de calidad o no, pero de lo que sí estoy segura es de que he leído libros tan malos que me lleva meses leerlos o de plano no logro terminarlos debido a que nunca llegó a sentir ningún tipo de conexión. Algunas veces es por la mala redacción del autor o porque la historia que me cuentan nunca me llega a atrapar.
   He tenido muchas lecturas que al menos a mi criterio valen la pena, historias que me obligan a seguir y segur incluso si ya son altas horas de la madrugada, pues las palabras se aferran a mis ojos cansados.
   He conocido varios libros que te enfrascan, he reído hasta que me duele la panza, llorado tanto con un final que a veces es necesario parar de leer por algunos días a manera de luto; he leído y releído aquellas frases que los príncipes les dicen a sus amadas, sintiéndolas como mías.
Los libros son muy peligrosos, tienen el inmenso poder de cambiarte por dentro, de tocarte muy al fondo, oprimir botones y mover cables dentro de tu sistema. Los libros pueden hacerte dudar de muchas cosas y convencerte de otras. Son una fuente enorme de conocimiento y poder.
   Es muy triste ver cómo estas armas de valor incalculable con el tiempo van desapareciendo o perdiendo calidad, viéndose afectadas por la tecnología que las ha desplazado a un segundo y hasta tercer plano. Muchas veces no nos damos cuenta de lo importante que aún son esos libros que desechamos y olvidamos en la parte más polvorienta de nuestro viejo librero.
   ¿Por qué los niños y jóvenes (no todos) de la sociedad actual no se toman la oportunidad de agarrar un libro? ¿Por qué ese deseo de aprender, poco a poco se va a haciendo inexistente? La respuesta para mí es muy clara: los padres ya no les inculcan a sus hijos el hábito de la lectura y por tanto, los niños no buscan leer.
   Yo desarrollé el hábito y amor por la lectura a la fuerza. En quinto año de primaria la escuela nos obligó a comenzar a leer y como siempre me han importado mucho mis calificaciones y el leer un libro contaba para la materia, no vi ningún problema en empezar a leer. Antes de eso, no me causaba curiosidad agarrar un libro por el simple hecho de que mis papas nunca me leyeron o me decían que leer era bueno.
   Entonces en quinto grado agarré por primera vez un libro y no he podido parar. De pronto comencé a leer, porque me gustaba y no porque la escuela me lo mandara. Le pedía a mi mamá que me comprara libros para mí edad y ella con gusto lo hacía. Al principio, como a ella le encantaba ver que su hija se llevara bien con la lectura, me compraba uno tras otro, conforme me los fuera acanbado. Sin embargo, yo cada vez empezaba a leer más rápido y libros más gruesos que costaban más y fue ahí cuando mi mamá empezó a comprármelos solo en cumpleaños u ocasiones especiales. Fue entonces que conocí el PDF, la lectura de los pobres.
   Con mi hermano Mario (más chico que yo por tres años) no hemos tenido tanta suerte. En primaria leía solo por obligación y muchas veces lo hacía de mala gana, leyendo libros para niños mucho más pequeños solo para acabarlos y anotar la lectura pronto. Ahora que entró a secundaria y ya no les piden leer el ha hecho la lectura a un lado. Mi mama trata de hacerlo leer, hasta le ha dicho que cualquier libro que el desee, se lo comprara (frase que hace mucho tiempo yo no escucho). Pero él no cede, está obstinado en no leer. Él no es un niño que no le importe la escuela, pero esa flojera suya es muy grande.
   Ahí están dos casos de niños a los que la lectura se les ha tratado de inculcar, pero las historias terminan muy diferente. Creo que a la sociedad y sobre todo al sector juvenil nos hace falta entender todos los privilegios que un solo libro te puede aportar. Es la única manera de progresar.