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viernes, 4 de julio de 2014

A la deriva de Horacio Quiroga interpretado por Cory Arteaga de la Cruz

                   El cuento tiene lugar en algún punto de Sudamérica. No, un punto no, en un poblado de Sudamérica.
Un hombre, cuyo nombre no es mencionado, es mordido y envenenado por una serpiente y hace lo posible por salvar su vida. Al llegar a su casa, el veneno ya le ha causado sed extrema y falta del sentido del gusto. El dolor de su pie llega hasta su pantorrilla en forma de “punzadas relampagueantes”. Desesperado, busca la ayuda de su compadre, quien vive bajando el río.
El hombre pasa horas remando, mientras el veneno sigue avanzado por su cuerpo. Sus manos se adormecen y siente que no va a llegar, aún así´, logra detener su canoa y pedir ayuda, pero no es socorrido. Sus pensamientos comienzan a perder sentido, o mejor dicho, piensa cosas fuera de contexto. Sobre su patrón, sombre cómo lo conoció y sobre… en fin.
La sensación del veneno comienza a desaparecer y el hombre piensa que se ha curado. Divaga aún más en sus pensamientos, y lo último que dice es “Sí, era jueves…”. Muere solo en su canoa, a la deriva de un río.
Este cuento me hizo pensar en cómo muchas veces nuestros problemas, la depresión, y los malos pensamientos tienen el efecto de la yararacusú en nuestras vidas. Al principio es solo un dolor pequeño que te está molestando, después te das cuenta de que está ahí, pero no lo puedes ni lo quieres aceptar, porque aceptarlo sería una señal de que estás cayendo y no quieres que los demás lo sepan, lo noten, o que te vean en esa situación. Después pides ayuda, y aunque te la dan, no la aceptas, sientes como se te juzgaran, no sientes que te ayudas, y comienzas a desesperarte. Sigues buscando ayuda, pero el dolor y la desesperación se hacen cada vez más grandes. Lo peor, según las personas es cuando pides ayuda y no llega. Tu desesperación crece y no encuentras una salida, es entonces cuando te resignas y dejas de buscar una solución. Algunas personas lo olvidarán y harán como que su problema no existe, pero poco a poco el problema acabará con ellos y ni cuenta se darán, tal como el veneno. La sensación de dolor tal vez se vaya, pero el veneno sigue obrando dentro de ellos hasta que los termina. Otras encontrarán la manera de salir y sacarán el veneno que tienen dentro, tal vez sea un proceso doloroso, pero lograrán salir adelante y su dolor no se apoderará de ellos.
El verdadero asunto está en decidir si el veneno seguirá dentro de nosotros y lo ignoraremos, si dejamos que se apodere de nosotros o si lo vamos a sacar.
Muchas veces no sabemos cómo vamos a hacerlo, pero conforme vamos avanzando, vemos caminos que no vimos antes, incluso mejores caminos, y si queremos y tenemos el valor para hacerlo cambiaremos de dirección y tendremos un mejor futuro y encontraremos la felicidad, etcétera.

A diferencia del hombre, existen personas que son como la serpiente. Sólo van por ahí llenas de veneno, esparciéndolo a personas inocentes, pero tarde o temprano surge algún valiente que las enfrente. Tal vez la venza, tal vez no, pero lo más probable es que se convierta en un impulso y un ejemplo a seguir para otras personas.

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