Empieza con el psicoanalista haciendo un resumen de todo lo que había pasado en el día de su cumpleaños cincuenta y tres, tuvo los mismos pacientes de siempre, y lo peor de todo, escuchó las mismas quejas, siempre sobre el problema que representa la mamá de cada uno en su vida, como si no estuvieran agradecidos de que éstas los hubieran traído al mundo. Describe de manera detallada la cita de su último paciente del día, Zimmerman, éste tenía problemas y era muy meticuloso, tenía una peculiar forma de pensar, ya que todo lo veía como algo que a él le beneficiaría, y, como los demás, tenía grandes quejas de su mamá hipocondríaca.
Al término de la sesión empieza lo interesante, alguien toca los tres timbre necesarios para que el psicoanalista distinguiría a un paciente de los vendedores, ante esto, Zimmerman se sorprende y le pregunta si ha cambiado su horario o si tiene a otro después de él, el doctor le dijo que no, pero éste se retiro del consultorio ofendido. Ricky, el psicoanalista, salió de su saló para los pacientes y vio un sobre en una silla de espera, antes de abrirla la examinó con cuidado, porque, desde que murió su esposa, nadie le mandaba cosas el día de su cumpleaños, estuvo un rato viendo el sobre contra la luz, para ver si podía ver qué contenía, al darse cuenta que no se veía nada, decidió abrirlo, tría una carta que desdobló y empezó a leer, decía que tenía quince días para suicidarse si no quería perder a algún familiar suyo, ya que él había lastimado al autor de la carta en algún momento de su pasado y ésta era su forma de vengarse, pero, como todos los juegos, tenía una posibilidad de salvarse, tenía que descubrir quién era el autor de esa carta y publicarlo en el New York Times, firmó con el nombre de Rumplestilkin y por la parte de atrás le dejó el nombre y teléfono de cincuenta y dos familiares suyos, Ricky tenía que contactarlos y descubrir con cuál se había comunicado Rumplestilkin.
Empezó a hacer las llamadas a sus familiares, sin tener ninguna idea de lo que les iba a decir, ya que no los veía ni se comunicaba con ellos desde hacía mucho tiempo. Después de veintitantas llamadas, le habló al hijo de su hermana, al que parecía recordar un poco, Timothy, le contestó una voz joven, pero igual a la de su sobrino, era el hijo de Timothy, Tim Jr., empezaron a platicar sobre el único recuerdo que tenían juntos, y, después Ricky le preguntó si había pasado algo raro en su casa, éste le dijo que sí, y le pasó a su papá, Timothy le contó que su hija, quien cumplía catorce años el mismo día que Ricky, recibió una carta de felicitaciones con imágenes pornográficas y un recado que decía: “esto te voy a hacer cuando te tenga en mis manos, perra.” La niña se asustó y le contó a su padre, quién decidió llamarle a la policía, pero de manera inútil, ya que éstos no podían hacer nada contra una carta, le dijeron que pudo haber sido una broma de alguien, después de decirle esto a Ricky colgó.
El psicoanalista se sintió frustrado por no haber pensado primero en la hija de su sobrino que cumplía el mismo día que él, eso habría sido un poco más lógico y rápido, después de eso planeó lo que iba a hacer el día siguiente, el primero de sus quince días de juego con Rumplestilkin. El día siguiente todo iba pasando de manera normal cuando, en lugar de Zimmerman, llegó una señorita con una gabardina negra puesta, Ricky no sabía lo que pasaba, ya que Zimmerman nunca faltaba a ninguna de sus citas y, menos en la última antes de las vacaciones que iba a tomarse el doctor. La señorita interrumpió sus pensamientos diciéndole que iba de parte del señor R, le empezó a decir varias cosas llenas de sarcasmo, con las que pretendía hacerle ver que esto era un juego que se debía tomar en serio, después de hablar varios minutos, Virgil, la señorita, se desnudó e hizo que Ricky se pusiera rojo y empezara a sudar mucho, ante esto Virgil rió, demostrándole que era tan normal como los demás, solo que su vida era más aburrida, al volverse a vestir, la señorita le explicó a Ricky que ella se había encontrado al señor Zimmerman en una parada de metro y lo había convencido de que ya no necesita ir al tratamiento, después de esto se fue y dejó al doctor sumergido en sus pensamientos.
Por la cabeza de Ricky pasaban muchas cosas, no le parecía lógico que de un minuto a otro Zimmerman haya decidido abandonar el tratamiento, por lo que caminó hasta la casa del paciente, algo que él jamás hacía, ya que siempre iban ellos a buscarlo, sin importar la gravedad del asunto, al llegar a la puerta dudó sobre tocar o no, en especial después de recordar las descripciones que le señor Zimmerman le había dado sobre su mamá, lo meditó, pensó y se fue a la parada de metro que había cerca de ahí, se dio cuenta que era el mismo número en el que Virgil se había encontrado al señor Zimmerman, entró a la parada y le preguntó a la que vendía boletos si había pasado algo raro en la mañana, ella le dijo que si se refería a la muerte de un señor que se había aventado al tren, fuera a la comisaría noventa y seis, después de oírla, le dieron náuseas al imaginarse del cuerpo de Zimmerman destrozado por un metro, dio la media vuelta y se fue a la calle para empezar su caminata hacia esa comisaría y descubrir los detalles de la muerte de su paciente.
Al término de la sesión empieza lo interesante, alguien toca los tres timbre necesarios para que el psicoanalista distinguiría a un paciente de los vendedores, ante esto, Zimmerman se sorprende y le pregunta si ha cambiado su horario o si tiene a otro después de él, el doctor le dijo que no, pero éste se retiro del consultorio ofendido. Ricky, el psicoanalista, salió de su saló para los pacientes y vio un sobre en una silla de espera, antes de abrirla la examinó con cuidado, porque, desde que murió su esposa, nadie le mandaba cosas el día de su cumpleaños, estuvo un rato viendo el sobre contra la luz, para ver si podía ver qué contenía, al darse cuenta que no se veía nada, decidió abrirlo, tría una carta que desdobló y empezó a leer, decía que tenía quince días para suicidarse si no quería perder a algún familiar suyo, ya que él había lastimado al autor de la carta en algún momento de su pasado y ésta era su forma de vengarse, pero, como todos los juegos, tenía una posibilidad de salvarse, tenía que descubrir quién era el autor de esa carta y publicarlo en el New York Times, firmó con el nombre de Rumplestilkin y por la parte de atrás le dejó el nombre y teléfono de cincuenta y dos familiares suyos, Ricky tenía que contactarlos y descubrir con cuál se había comunicado Rumplestilkin.
Empezó a hacer las llamadas a sus familiares, sin tener ninguna idea de lo que les iba a decir, ya que no los veía ni se comunicaba con ellos desde hacía mucho tiempo. Después de veintitantas llamadas, le habló al hijo de su hermana, al que parecía recordar un poco, Timothy, le contestó una voz joven, pero igual a la de su sobrino, era el hijo de Timothy, Tim Jr., empezaron a platicar sobre el único recuerdo que tenían juntos, y, después Ricky le preguntó si había pasado algo raro en su casa, éste le dijo que sí, y le pasó a su papá, Timothy le contó que su hija, quien cumplía catorce años el mismo día que Ricky, recibió una carta de felicitaciones con imágenes pornográficas y un recado que decía: “esto te voy a hacer cuando te tenga en mis manos, perra.” La niña se asustó y le contó a su padre, quién decidió llamarle a la policía, pero de manera inútil, ya que éstos no podían hacer nada contra una carta, le dijeron que pudo haber sido una broma de alguien, después de decirle esto a Ricky colgó.
El psicoanalista se sintió frustrado por no haber pensado primero en la hija de su sobrino que cumplía el mismo día que él, eso habría sido un poco más lógico y rápido, después de eso planeó lo que iba a hacer el día siguiente, el primero de sus quince días de juego con Rumplestilkin. El día siguiente todo iba pasando de manera normal cuando, en lugar de Zimmerman, llegó una señorita con una gabardina negra puesta, Ricky no sabía lo que pasaba, ya que Zimmerman nunca faltaba a ninguna de sus citas y, menos en la última antes de las vacaciones que iba a tomarse el doctor. La señorita interrumpió sus pensamientos diciéndole que iba de parte del señor R, le empezó a decir varias cosas llenas de sarcasmo, con las que pretendía hacerle ver que esto era un juego que se debía tomar en serio, después de hablar varios minutos, Virgil, la señorita, se desnudó e hizo que Ricky se pusiera rojo y empezara a sudar mucho, ante esto Virgil rió, demostrándole que era tan normal como los demás, solo que su vida era más aburrida, al volverse a vestir, la señorita le explicó a Ricky que ella se había encontrado al señor Zimmerman en una parada de metro y lo había convencido de que ya no necesita ir al tratamiento, después de esto se fue y dejó al doctor sumergido en sus pensamientos.
Por la cabeza de Ricky pasaban muchas cosas, no le parecía lógico que de un minuto a otro Zimmerman haya decidido abandonar el tratamiento, por lo que caminó hasta la casa del paciente, algo que él jamás hacía, ya que siempre iban ellos a buscarlo, sin importar la gravedad del asunto, al llegar a la puerta dudó sobre tocar o no, en especial después de recordar las descripciones que le señor Zimmerman le había dado sobre su mamá, lo meditó, pensó y se fue a la parada de metro que había cerca de ahí, se dio cuenta que era el mismo número en el que Virgil se había encontrado al señor Zimmerman, entró a la parada y le preguntó a la que vendía boletos si había pasado algo raro en la mañana, ella le dijo que si se refería a la muerte de un señor que se había aventado al tren, fuera a la comisaría noventa y seis, después de oírla, le dieron náuseas al imaginarse del cuerpo de Zimmerman destrozado por un metro, dio la media vuelta y se fue a la calle para empezar su caminata hacia esa comisaría y descubrir los detalles de la muerte de su paciente.
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