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1000 Oldies

domingo, 22 de febrero de 2009

El curioso caso de B. Button / Irwin S. Lucio

Era el año de 1860, y algo asombroso estaba a punto de ocurrir, por fin el señor Roger Button iba a ser padre.
Apenas llegaba al hospital, que en esos tiempos, nacer en un hospital era un privilegio que pocos podían poseer, y al registrarse en la recepción del mencionado lugar, todos lo empezaron a mirar de una extraña forma, como si hubiera sido parte de un asesinato.
Subió las escaleras, y cada escalón lo preocupaba más, ya que no sabía si el problema era el hijo y su esposa. Hasta que llegó, y la enfermera le señaló con el dedo cual era su hijo, pero al acercarse se dio cuenta que un enorme bulto, que no cabía en la cuna, estaba en el lugar de su hijo. Al parecer un anciano, arrugado, y canoso, bueno, de los pocos pelos que tenía.
Un “niño” o anciano que media más de un metro, que desde sus primeras horas de nacido ya era capaz de hablar y mantener una conversación era ya parte de la familia Button. Tal manifestación iba a ser reprochada por toda la colonia, ya que para él, su vida social era lo más importante, sin ella no sería nadie.
En los siguientes años, Roger se encargó de disfrazar a su hijo, afeitándole la poca barba que tenía y tiñendo sus delicados cabellos, para que al menos pareciera un niño muy feo y no un anciano
Iban pasando los años y el niño, que al fin y al cabo lo nombraron Benjamin, se fue fortaleciendo, pero aún así no era capaz de practicar deportes “rudos” como el fútbol soccer y menos americano, así que lo metieron en un curso que se basaba únicamente de doblar y pintar papeles.
Y sin más detalles sin importancia, Benjamin ya tenía dieciocho años, los cuales habían sido parte de un proceso de descrecimiento, por los que parecía un firme caballero de cincuenta años, por lo que trató de entrar a la universidad de Yale, si no me equivoco, pero al pasar a la oficina para que él y el secretario charlaran y vieran su historia académica, este hombre se burló e hizo sacar de su oficina a Benjamin, ya que al verlo, daba la apariencia del padre del supuesto estudiante, por lo que Benjamin salió de la oficina, conservando su dignidad, y el se prometió a sí mismo que llegaría a ser alguien grande, alguien que aún siendo mayor, dejaría su apellido en lo alto de sociedad.
Dos años más tarde, cumplir los veinte, era algo que había esperado con esmero, ya que su padre le había ofrecido trabajar en su compañía, Roger Button & Company, Ferreteros Mayoristas.
La familia Button se había arreglado esa noche para ir una elegante fiesta, lugar donde se situaría su primer amor, una joven preciosa y delgada, tal vez de su misma edad pero no por lo que aparentaba él. Estaba perdido en los ojos de la mujer, y su corazón palpitaba cientos de veces. La invitó a bailar, y los dos concordaban con los mismos gustos, y al parecer la chica, llamada Hildegarde Moncrief, que al parecer era una mujer muy lista, ya que el sólo recordar su nombre era asombroso, pero ella estaba de igual forma enamorada de él. Y después de algunos meses, se casaron, tal espectáculo fue mencionado en cada casa cercana y mucho más por el padre de la mujer, ya que empezó a inventar ciertas historias, algo extrañas, aunque la verdadera, para luego divulgarlas, aunque con la fama que fue agarrando la empresa, Benjamin empezó a ganar mucho dinero, y le dio una cantidad muy generosa a al padre de su esposa para que realizara su sueño de publicar unos tomos que había escrito.
Siguieron pasando los años, él rejuvenecía y su esposa envejecía, tuvieron un hijo, eran muy felices hasta que Benjamin empezó a sentir que el amor que alguna vez había sentido por su mujer, había desaparecido, ya que ahora la vieja era ella.
Luego no se que le pasó a su esposa ya que se deja de mencionar de ella, y Benjamin se hace niño, y ahora es criado por su hijo, que ya estaba casado y también tenía un hijo.
No es tan importante la historia sino el imaginarse estar en los zapatos de Benjamin.
Imaginar nacer viejo, crecer, y no llevar una vida normal, tener impulsos de un joven y no poderlos llevar a cabo.
Y sobretodo, el hecho de nacer sabiendo y morir ignorando todo lo que pudiste haber hecho. Y su esposa, ver como él se hace cada vez más joven y sentirse vieja, despreciada, y esperando el día en el que él ya no recuerde nada, sin poder demostrarle su amor, haciendo cada día más difícil hasta un cierto punto en el que lo puedas sostener entre tus manos, meciéndolo, hasta que se quede dormido.
Y él acostado en su cuna, sin saber que hacer, sólo esperando a la luna y el sol, para que pueda vivir otro día, otro momento, otro recuerdo.

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