Un día decidí acabar con el mal vicio que hace mucho
me acechaba. Eliminé la plaga de mi celular. Los primeros días fueron fáciles y
rápidos. Pero conforme pasaba el tiempo me sentía como un drogadicto en
abstinencia: ansioso por regresar al vicio. Me encontré con que tenía mucho
tiempo para hacer las cosas que antes no. Ya no podía comunicarme con mis
amigos que habían dejado la escuela y eso era algo malo. Mis amigas eran
quienes tenían que contarme los chismes que no podía ver por mi misma y eso era
frustrante. Al final cedí a la tentación.
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