Cuando yo escucho la palabra “mar”, imagino estar frente a él, sintiendo esa hermosa brisa que lo recorre día tras día. Puedo sentir la arena que para mí es como una alfombra gigante que lo cubre. Me encanta sentarme y jugar en ella, sobre todo hacer castillos de arena muy grandes, porque pienso que esos castillos son míos y yo soy la reina de ellos.
Cuando observo el color azulado del mar y del cielo creo que son las dos cosas más bellas que puedan existir en este mundo. Veo esas nubes que adornan el cielo como grandes almohadas suavecitas, y hasta me gustaría tener una escalera gigante para poder subir a ellas y dormirme un buen rato.
Me encanta ir al mar con mi familia, porque la pasamos muy bien y convivimos mucho, pero lo que más me gusta de ir con ellos es que todos nos ponemos a nadar y a saltar las olas del mar.
Siempre he pensado que el mar es el mejor lugar en el que puedes estar si quieres escribir un poema, ya que los colores, la brisa, el aroma son una fuente de mucha inspiración.
Me gusta poder apreciar a los pichones y a los pelicanos que cada día pasan por ahí. Estas aves adornan de una manera muy bonita el paisaje y siempre que los veo me transmiten paz, pero -sobre todo- mucha tranquilidad.
Cuando tengo que despedirme de ese lugar siempre me llevo un recuerdo de él y me pongo a recolectar conchas de mar. Esos pequeños objetos son los mejores recuerdos ya que a través de ellos puedo escuchar todas las veces que yo quiera las olas del mar y, cada vez que lo recuerdo, imagino que estoy parada frente a él apreciando la creación más hermosa de la tierra.
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