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viernes, 16 de noviembre de 2012

El juego de Geri, Tin Toy, El hombre orquesta

Énder Velarde García
3º semestre de preparatoria

El juego de Geri
—¿Quieres jugar? Jueeega. Ándale. Aunque sea un rato. Por favor. “Plis”. No seas malo.

Frases expresadas por el típico hermano menor.
El vídeo de El juego de Geri recuerda muchas experiencias. La primera vez que lo vi me divertí mucho. Después encontré similitudes con metáforas que nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
El estar solo. ¿Qué haremos cuando no haya nadie con quién jugar? ¿Jugaremos solos o no jugaremos?
Por ejemplo, leer un libro, tocar un instrumento musical, practicar deporte, videojuegos. Son actividades para realizar acompañados o solos. Cada quién decide cómo hacerlo.
En lo personal, me parecería triste que el lector no tuviera a quién contar historias. Que el escritor no tuviera lectores. Que el músico no tuviera escuchas, y estos últimos no gozaran de la música. ¿Qué tanto hay de cierto en que los músicos son ermitaños que tocan para sí mismos? ¿No llegaría un punto en el que necesitaran tener a alguien escuchando, aunque fuese a la fuerza?
Ahora pienso en la frase de Tchaikovsky, “si no fuera por la música, tendríamos más razones para volvernos locos”. ¿Se referirá acaso al otro lado de la moneda? ¿La diversión es ya por sí misma una compañía para nosotros?
Ahora pienso en un mundo sin música, sin poesía, sin deporte, sin juegos, donde las únicas actividades son la caza, pesca, recolección, ganadería. Si bien es cierto que estas actividades también ocupan la mente humana, no son medios de expresión artística ni de recreación.
Me pregunto qué pasaría si nos encerraran en áreas determinadas pero con la posibilidad de practicar las artes o jugar.
Después de especular sobre si el juego podría sustituir a nuestra compañía humana, (pero para siempre, porque ahora que lo pienso, los juegos fueron hechos para entretener a las personas), retomo el hilo inicial.
Estar solos es en realidad tarea difícil porque desde pequeños nos acostumbramos a la interacción social.
Me parece que la temprana infancia es la mejor edad para jugar solo, porque la imaginación desborda y los problemas externos pasan desapercibidos. Con el paso del tiempo y el avance de la edad las personas necesitan nuevas formas de entretenimiento, y no, no es lo mismo.
Por eso hay que aprovechar la compañía de nuestros seres queridos (eso incluye a familiares, amigos, y demás) para que en el momento en que debamos estar solos la edad permita que nosotros mismos inventemos la manera de construir un mundo en compañía de alguien o algunos, antes de empezar un viaje diferente.

Tin Toy, una primera experiencia
Imagino que la fecha de hoy es cualquier día de 1989. Me detengo ante las puertas del cine. Pago mi boleto, busco golosinas y entro a la sala correspondiente. Las películas acostumbradas por los espectadores se presentan en blanco y negro. A veces incluso la música de fondo de la película es tocada en vivo. Los personajes son caracterizados por gente real. Las películas son reales, en sentido figurado. Se apagan las luces.
¡El cortometraje Tin Toy!
¡Un bebé animado!
Un juguete moviéndose como si tuviera vida. ¡Parece que la tiene!
Cómo deben haberse sentido las primeras personas en observar el cortometraje.
Encontrarse de repente con objetos inanimados que actúan como si fueran reales.
En este punto Pixar experimenta con situaciones cotidianas, expresadas mediante la animación, capaz de provocar en el espectador sensaciones diferentes. Además la animación provee a Pixar la posibilidad de realizar proyectos más ambiciosos que no podrían realizarse con recursos actorales, escenográficos y de producción de la vida real.
También debió haber sido influencia para trabajos de otras instituciones. Los comerciales, las explicaciones científicas de programas de televisión cada vez incluyen más situaciones animadas.
Quiere decir que lo que parecía puro entrenamiento se transforma en educación y también sirve para contrarrestar la fealdad de la vida real.

El hombre orquesta
Yo también presumí mi guitarra cuando recién la había adquirido. Es más, subí el volumen de mi amplificador al máximo para procurar que mis vecinos escucharan las notas apenas desarrolladas por un principiante con una “guitarrota” eléctrica nueva. Es más, a los pocos días comencé a invitar a los conocidos más y menos conocidos para ofrecer conciertos. Claro, aquellos primeros conciertos incluían canciones incompletas, solos medio hechos, notas medio tocadas, acompañadas de un canto no muy practicado. No me importaba. Tampoco era necesario recibir una moneda, o dos, o una pieza de pan o una invitación para tocar en algún lugar.
Y peor aún, cuando tuve en mis manos el nuevo amplificador, más potente, más grande, configurable y con más efectos y funciones de las que podría utilizar en la vida, de inmediato saqué la guitarra del estuche. Conseguí extensiones y cargué el amplificador hasta el patio de la casa. Conecté el amplificador a una extensión y le di todo el volumen. Me alejé algunos metros de la bocina y seguía quedando sordo.
Y, y, y, sí, ajá.
Esa noche le gané a los vecinos. A todos. A los del sur, norte, este, oeste, Trópico de Cáncer, Capricornio y Ecuador. Hasta los de la otra cuadra y los chicos del barrio.
Antes de explicar la lección de vida que se entiende en el vídeo, comentaré cómo visualicé las escenas desde una perspectiva muy personal.
Encuentro en el vídeo muchas coincidencias con la vida real de alguien que es o de perdido intenta ser músico, como yo.
Esa presunción que nace de cada persona que toma un instrumento musical, las ganas de salir a dar vueltas y vueltas con el instrumento. Obsesión por querer ser más que los otros músicos. ¿Qué necesidad? ¿Dinero? No en mi caso. Si luchara por dinero mi actitud sería justificada, un poco aunque fuese. Pero no lo es. No lo entiendo.
En el cortometraje los dos músicos entran en conflicto por conquistar el dinero de una niña (no creo que hayan querido conquistar a la niña). Yo me pregunté por qué no cooperaban y montaban un espectáculo juntos. Por qué no compraban algo para uso de los dos.
Los cortometrajes de Pixar están construidos para que cada persona pueda encontrar una lección diferente.
Yo encontré varias, por ejemplo: espíritu cooperativo, disfrute individual de cada músico por su propio arte, causa y consecuencia, suerte, envidia, espíritu competitivo. Cada interpretación es válida.
A veces me he sentido como el hombre orquesta. Un ego muy alto, sin admiradores, sin una moneda, o dos, o una pieza de pan, con una cuerda reventada y golpeado en el corazón porque nadie se acerca a apreciar un espectáculo que para el músico es un arte inmaculado, para otros músicos es una lástima, y para el público en general es un hombre orquesta Beethoven Mozart Wagner que no recibirá una moneda a menos que toque una cumbia y sea un niño más simpático que yo mismo, como si fuera muy difícil.

Ya no voy a ser músico, ya se acabó, ya.

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