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viernes, 16 de noviembre de 2012

Pixar y algunas historias

José Armando Salcedo Delgado
3º semestre de preparatoria
¿A quién no le gustan las producciones de Pixar y Disney? Aunque siempre parece estar dirigidas a un público de como la edad de mi pequeño hermanito, estas películas siguen llenando salas con personas de todas las edades, como yo. Y sí, lloré cuando Wall-e casi muere, esperaba ansiosamente a que Carl Fredricksen llegara a las Cataratas del Paraíso y fui de los primeros en ir a ver Ralph, el Demoledor.

Normalmente, al principio o en los créditos de las películas de Pixar, exhiben un pequeño corto animado. Diversión extra para el público, que por lo general te deja un mensaje, o varios.

Por ejemplo. Creo que todos vieron Monsters Inc., y deben de estar esperando la precuela que se estrenará pronto. Después de los créditos, podemos ver el corto llamado “El coche nuevo de Mike”. Mike sale de su casa, y le muestra, casi presume, a Sully, su nuevo coche amarillo, grande e imponente. Lo abruma con características técnicas que, debo suponer, derretiría a cualquier conocedor de coches. Ya dentro, las funciones llovían por doquier. Sully se divirtió un poco ajustando su asiento, cosa que Mike no toleró mucho. Después, se revolvieron con los controles, hasta terminar destruyendo el auto. Al final, Mike extraño su viejo y simple auto rojo.

Me acordé de mi papá. A él le agradan las cosas simples y prácticas. Nunca lo verás sólo, utilizando por su cuenta aparatos actuales. Los detesta, pues cree que tienen demasiadas funciones innecesarias. Preferirá un Nokia de antaño, sí, de los indestructibles, a un iPhone, que sé que terminaría roto o desesperando a mi papá. Sólo quiere hablar por celular, lo demás es secundario.

Los celulares inteligentes hacen más que sólo hablar, y eso es lo que menos hago con el mío. Música, fotos, video, internet, Facebook, y un sinfín de funciones que, si bien son un gran avance en cuanto a tecnología, te llenan de cosas muchas veces innecesarias ni de provecho. Además, se vuelven más caros.

Otro ejemplo. Es increíble que unos pantalones de mezclilla, de marca regular, cuesten más baratos que otros con secciones especialmente desgarradas, siendo Esto impulsado por la moda actual. ¿Por qué pagaría más por unos pantalones ya rotos, si los puedo romper gratis por mi cuenta? ¿Sólo para paletosear?

Me parece más importante enfocarse en la utilidad y en las necesidades y prioridades personales, que en las tendencias a tu alrededor. A mí, por ejemplo, me encantaría conseguirme un Mustang Shelby GT500 KR, para andar por las calles. Es mi carro favorito, pero sé que no le sacaré el provecho que merece. Por eso pido un vocho como primer auto, pues sus partes se consiguen en todas partes, es bueno, bonito y barato. Así que no me sorprendería si Mike devuelve su auto (o lo que queda de él) para regresar a la normalidad.
Otro corto que vimos fue “El Juego de Geri”. En un parque, con mesas vacías, está sentado Geri, solo, en su mesa, jugando una partida de ajedrez, cambiando su lugar en la mesa para darle continuidad al juego. Poco a poco, se vuelve intenso. Cuando el lado de las negras había dejado arrinconado a la única pieza restante de las blancas, el rey, ya se sabía quién ganaría. Graciosamente, el señor, desde el lado de las blancas, fingió un dolor en el pecho y cayó al piso. Al levantarse, giró el tablero muy rápido. El del lado de las negras no se dio cuenta, pues estaba preocupado por su compañero. ¡Qué risa! En un dos por tres, el destino del juego cambió, y el del lado de las blancas, que ahora estaba con las negras, se jactaba de su triunfo. El del otro lado, no supo como desacorralarse de su esquina, aunque nunca sospecho de alguna jugarreta sucia.

Esto nos demuestra que hasta estando solos nos podemos divertir. Como joven, he sentido la necesidad de andar con amigos, platicar, reír, convivir, como todos. Pero, no siempre estarás acompañado. Digamos que hoy tus amigos están bien metidos en tal tema, y no te pelaron mucho esa vez. Como te quedaste solo, te empiezas a sentir menos, relegado, desconectado, olvidado. Te imaginas mil cosas, la mayoría falsas. Pero, ¿cómo es que Geri se ve feliz, despreocupado? Bueno, parece saber que estar solo no siempre es negativo. Yo también creo que no lo es. Claro, no digo que es genial siempre estar alejado de la sociedad. Sólo pienso que hay momentos para estar solo, y otros para estar acompañado.

Además, Geri no considera mucho lo que piensen los que lo vean. Si ves a alguien así en la plaza, jugando solo, de seguro lo tacharás de loco. Pero, piensa un rato. ¿Qué no todos estamos locos? “La locura es igual que la gravedad. Sólo necesitas un empujón”, dijo el Guasón. Sin locura, todo sería monótono y predecible, le quitaría lo divertido a las estupideces que hacemos y decimos. Claro, hay de locuras a locuras, pero mi punto es: ser un poco raro no es nada raro.

Al ver a Geri cambiando de “actitud” cuando invierte su lugar en la mesa, aún cuando es el mismo viejito simpático, me hace recordar el cuento “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, donde éste doctor saca su peor lado con el señor Hyde, y su mejor al ser sólo Jekyll. Todos nos comportamos distinto, dependiendo de con quién estamos, dónde te encuentras o qué momento transcurre. Tal vez dejas tu tranquilidad tras cruzar la puerta del salón, o serenarte junto a los temidos suegros. Algunos cambian mucho, o se quedan igual, para bien o para mal, pero lo importante es que no dejes de ser tú mismo. Así que anda, ve y gánale a tu yo alterno en Monopoly o en Halo, aunque usar dos controles será todo un reto.

Y, para finalizar este triplete de cortos de Pixar, surge “Saltando”, listo para ser analizado.

Vemos a un borreguito bailando feliz de un lado a otro sobre una colina, y los animalitos alrededor le siguen el paso. Peces, topos, todos en armonía, hasta que un día, algo inesperado sucedería. Al borrego lo dejarían pelón, sin su lana y resplandor. Los demás se burlarían de él, y dejaría de bailar, para esconderse y desear que no le hubiesen quitado su parte pachoncita.

Brincando llegaría un conejo, curiosamente grande y con astas pequeñas. Derrochaba amenidad con cada salto. Pronto vería al borrego, aislado del mundo. Le preguntaría qué pasaba, y el borrego lo explicaría. El conejo le enseñaría a saltar, y poco a poco el borrego recobraría su confianza. Volverían los hombres a dejarlo solo con su piel rosada, pero ya no le importaba. Saltaría y los demás lo seguirían, siendo felices, como al inicio.

Saber levantar la cabeza y seguir adelante frente a las adversidades es una gran cualidad, muy difícil de desarrollar y efectuar, pero no imposible. Podrías quedarte cruzado de manos, vencido, sin saber qué hacer para cambiar tu situación actual. O, levantas tu trasero y sigues con tu vida.

Claro, no todo depende de ti. Por desgracia y fortuna, somos una especie sociable. Estamos diseñados para convivir, hablar, escuchar, pensar. Por lo tanto, lo que digan los demás repercutirá de manera positiva o negativa en ti. Por más resistente que seas a las críticas y opiniones, tu armadura se agrietará tarde o temprano. Y, por supuesto, dependerá de ti asumirlo como desgracia o fortuna, siendo reactivo, proactivo o asertivo. Al borrego lo iluminó su amigo el conejote con astas. Como él son los mejores amigos, indicándote el camino correcto; no los que tienen astas, aunque ese podría ser un bonus.

Y, al final, que el borreguito aceptara su situación lo impulsó más alto, literalmente. Hasta resultó ser más aerodinámico, y eso es lo que cuenta, no haberse conformado, sino haber aprovechado sus atributos y defectos, lo cual es importantísimo para seguir adelante. De seguro escuchaste algo parecido en libros de autoayuda, o del señor que gritó FUA en plena iluminación, lo cual apoya lo que digo. Brinca y brinca sin parar, y que nadie te detenga, pero cuidado con el techo.

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