¿Quién soy? ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Qué es la vida en sí? ¿Hay algo esperándonos después de la muerte? ¿Existe el libre albedrio? ¿Existe Dios? Preguntas que cada ser humano se pregunta, en algún momento de su vida. Preguntas sin respuesta. El ser humano ha demostrado ser curioso, siempre preguntándose algo y buscando una respuesta aceptable. Hace al menos una década seguíamos teniendo nueve planetas. Por lo que sabemos, en unos cuantos años haya más planetas y el ser humano haya poblado la luna.
Sabemos lo
que nos enseñan y lo aceptamos solo por que los demás lo hacen. Vivimos dentro
de una caja llena de la basura de los demás. Como las cajas de cartón en las
que se guardan los arreglos de navidad. El conjunto de esferas, luces
navideñas, figuras para colgar en el árbol e, inclusive, piezas de un
nacimiento. Todo eso no pertenecía a la caja, pero, con el paso de los años, se
fueron añadiendo hasta llenarla. De tal manera, nuestra mente es llenada de
ideas diferentes con los años, ideas tales como el amor, lo que hay que hacer,
como hay que hacerlo, nuestro pasado, nuestras costumbres, nuestras creencias.
En conclusión, nuestra identidad.
Nuestro
mundo completo está formado por ideas preparadas para nosotros. Así que, ¿Cómo
saber que lo pensado es en realidad propio? Vivimos en la caja –caverna –en la
que fuimos criados y a la cual nos hemos acostumbrado. ¿Qué pasara cuando
decidamos salir de ella? ¿Nos daremos cuenta lo ignorantes que somos? En realidad,
y de acuerdo con mi forma de pensar, no creo que seamos capaces de salir jamás.
Con el paso del tiempo, la caja se ha multiplicado. Podemos salir de la pequeña
caja en la que nos encontramos, solo para hallar otra un poco más grande.
La
“libertad” en la que creemos es solo una parte más de la caja en la que hemos
sido encerrados. He intentar salir de las cajas es un reto. Los humanos somos
creaturas de habito, incluso no tener hábitos es uno. Salir de nuestra zonita
de comodidad es una locura que no nos atrevemos a pensarla. Pero cuando te
encuentras fuera de esta, en una caja más grande y por completo diferente, te
sientes expuesto. Conforme la incomodidad desaparece, la curiosidad toma su
lugar. Vagas por la nueva caja hasta que ya no es suficiente y decides
enfrascarte a la siguiente aventura –caja.
El camino
es horrible. No lo digo por mi increíble pesimismo, si no porque lo es. Habrá
gente que se rehúsa a dejar su caja. Claman que te has vuelto loco o te tratan
como una paria social. La historia lo dice. Muchas grandes mentes pensaron
“afuera de la caja” solo para ser encerradas, criticadas, ignoradas,
maltratadas y, en el peor de los casos, asesinadas. Lo único más admirable que
la convicción humana es la fiereza con que la defienden. Los humanos somos
reacios al cambio, somos tercos y unos hijos de vaca muy perseverantes.
¡Santa
chimichanga! ¡Si eso no nos ha traído problemas! Los adultos son niños
chiquitos que han aprendido a disimularlo y han sufrido. Pero al final del día,
caprichosos. Que si eres diferente a mi (el pobre Hitler solo quería ser
artista, pero se conformo con cometer el peor genocidio en la historia de la
humanidad. Parece razonable), que tú eres más rico que yo (¿en serio,
Francia?), tú crees en cosas diferentes (¡Irlanda infantil!), innumerables
problemas que nos hemos acarrado a lo largo de la historia.
Si la
gente te trata diferente, es porque siguen en la caja anterior a la tuya. A
veces, en unas cuantas más atrás. Romperles las cajas es un estresante que
podría volverlos locos. O iluminarlos. Quien esté libre de pecado, tire la
primera piedra.[1]
A mí me encanta romper las cajas de los demás con preguntas y respuestas muy
filosóficas. Pero claro que solo lo hago para compartir conocimiento.
O porque
soy una malvada nerd amante de los tacos. Quizá sea lo segundo. Mi pregunta
favorita es: ¿Qué es la realidad? Y, he demostrado de manera semi científica,
si se responde con “la realidad es parte de nuestra imaginación” el 70% de las
personas tendrá una explosión mental. Es tan hilarante y magnifico, una vez
casi lloro… de la felicidad al saber que he ayudado a otra mente encerrada,
claro está.
Salir de
la caverna es como mirar al sol por primera vez. Doloroso, nuevo y hermoso.
Sentir los rayos del sol en la piel, sentir el nuevo conocimiento impregnarse
al cerebro. Es, con simpleza, hermoso. Pero hay una infinidad de cajas
esperándonos en nuestro camino, hay miedos que deben ser enfrentados. La
realización de que todo lo que entendemos es nada, descubrir que no somos
nosotros los que decidimos que pensar, que todo lo que nos falta es todo lo que
necesitamos, que no somos quien creíamos ser. Es devastador no tener el
control, no saber quién es el que nos devuelve la mirada al vernos al espejo.
No reconocernos para nada.
El libre
albedrio es solo una ilusión y apesta. Apesta descubrir que somos aprisionados
por cadenas y todo lo que vemos son sombras de la verdad. Saber que el concepto
de verdad es solo otra esquina en la caverna. Platón nos arruinó a todos al
escribir esa alegoría. ¿Quién se cree él para venir a destruir, con lentitud y
crueldad, todo lo que sabemos? ¿Quién se cree él para llegar a decirnos: “toda
tu vida es mentira? ¡Demonios! ¿Quién se cree él para, después de sacudir
nuestro mundo, no responder a todas las preguntas que dejó? ¡No aceptó las
consecuencias! Tengo cuatro palabras con P para Platón, ninguna agradable
–excepto, quizá, por la última, que podría o no ser paquidermo. El santito de
Platón ha de estar riéndose de nosotros los pobres vivos donde quiera que este.
Tal vez, si Dante tenía razón, sea el condenado infierno. No me siento mal por
él, para nada. ¡El muy hijo de Grecia se lo veía venir! ¡Ese hijo de cuádruple
palabra con P!
Yo nunca
he sido conformista, así que pensar que Platón nos hizo un favor no me es
suficiente. Le doy el crédito de abrir nuestras insulsas mentes y mostrarnos
que no hay que limitarnos a cuatro paredes. De ahí en más, él es para mí solo
un coctel de maldad, pura y cruel maldad. Es posible que disfrutara de arruinar
el camino de las hormigas solo para verlas volverse locas en desesperación. Tal
mente malvada llena de crueldad e inteligencia superior. Se ha de estar
divirtiendo al ver nuestras ideas colapsar.
Y todo eso
de la caverna, ¿en dónde nos deja? Dentro o fuera de ella, ambas o ninguna.
Cuatro opciones y la respuesta no es obvia. Claro que no, el mugroso de Platón
no lo iba a dejar tan fácil. Entre más sabes, te das cuenta que mas desconoces.
Por lo tanto, estamos dentro y fuera
de la oscura caverna. Somos libres, pero a la vez no.
¿Quiénes
somos?
Walt
Whitman escribió: “Yo contengo multitudes”. [2] Lo
cual es muy acertado, para ser honesta. Contener una multitud es todo lo
contrario a oír voces. No es ir al supermercado, por nombra algún lugar, y, en
vez de pensar lo regular (¿Qué marca debería comprar? ¿Qué me hace falta?)
tener a veintiséis voces charlando en tu cabeza.
¡Dios, el cajero es guapo! En definitiva, ¡vamos a invitarlo a salir! No
creo que acepte. Claro que no, eres una papa parlante. Habla por ti, yo soy una obra de arte.
Eres una horrible cara de llama. ¡Soy capaza de lograr que salga
conmigo! Tendría suerte si saliéramos con él. No deberíamos intentarlo. ¿Cuántos tacos podre comerme hoy? ¿El
Sr. Darcy será alguna vez amable? ¡Yo ya leí ese libro! Todos se
mueren al final. Cállate, idiota.
Y así
hasta hartarse. Yo pondría una bala en mi cerebro solo para conseguir silencio.
Aunque así soy yo. Contener multitudes es ser una sola persona y veintiséis a
la vez.
1.
Ser la chica que saluda a todos los
profesores en la mañana.
2.
Ser la chica que no soporta ir a la
escuela.
3.
Ser la chica tímida.
4.
Ser la chica que siempre sabe romper
el hielo.
5.
Ser la chica que le teme a estar sola.
6.
Ser la chica que adora estar sola.
7.
Ser la chica que siempre sonríe por
algo.
8.
Ser la chica que es fatalista.
9.
Ser la chica que se cubre con el
edredón, no por miedo a la oscuridad, si no porque, si alguien fuera a
asesinarla, no quiere verle el rostro.
10.
Ser la chica que tiene ideas
positivas.
11.
Ser la chica que se mata estudiando.
12.
Ser la chica a la que la escuela no le
preocupa.
13.
Ser la chica que tiene problemas.
14.
Ser la chica que sonríe aunque duela.
15.
Ser la chica nerd.
16.
Ser la chica rara.
17.
Ser la chica hiperactiva.
18.
Ser la chica llena de complejos.
19.
Ser la chica que escucha una voz con
increíble potencial poético.
20.
Ser la chica que vive en las nubes.
21.
Ser la chica realista
22.
Ser la chica que ama escribir.
23.
Ser la chica sin tiempo libre.
24.
Ser la chica con baja autoestima.
25.
Ser la chica con mucha autoestima.
26.
Ser la chica sarcástica y egocéntrica
que sabe muchas palabras complicadas.
¿Y quién
va a decirme que no puedo ser esas veintiséis personas? ¿Algún idiota que vive
en su pequeña y estúpida caverna? Porque, no damas y caballeros, no es así como
funciona la vida. Uno ya no puede ir por ahí lanzando piedras y empezando
guerras porque es Jueves o algo así. Mucha gente valiente ha salido de la
caverna y, adivinen que: ¡Siguen vivos! Pero ya no son la misma persona, por
Juan Paco Pedro de la Mar. Son más inteligentes, su visión es más clara.
Solo
porque toda nuestra santa vida nos han dicho que una mesa es de caoba, no
significa que todas las benditas mesas sean de caoba. Hay muchas más respuestas
que solo “caoba” para todo. Mi vida entera me he encontrado con gente que abusa
(bullying o como lo llamen) de otros solo por ser “diferentes”, “raros”. Pero
cuando les he preguntado “¿Por qué ser diferente es malo? ¿Raro en qué
sentido?” se han quedado callados. He escuchado gente contradecirme solo
diciendo: “Porque yo si soy normal”. ¿Yo soy rara? ¿En base a qué? Esa gente me
da mucha pena. La normalidad es solo otra caja que todo el mundo parece usar
como escudo. Tal gente puede ser rara para mi, a su vez, porque son diferentes
a mí. No piensan como yo. No me gusta llamarlos raros, porque son solo
diferentes. En algunos casos estúpidos, por no aceptar su error.
Mi padre
es diabético, por lo que evita tomar la Coca Cola regular. Cuando pide la bebida, los vendedores suelen decirle:
¿Coca normal? Mi padre suele
responder: ¿La otra es rara, acaso? Esos momentos fueron, quizá, el inicio de
mi entendimiento. Mi mente es muy liberal. Quizá demasiado. Acepto cosas que
los demás encuentran horribles, pero cuando nuestros puntos de vista chocan, me
retiro. En lugar de defender a muerte mi ideal, acepto los de los demás. Estoy
consciente de lo importante que es la creencia individual para el humano. Y
atacarla es inhumano. Todos los días escucho horribles cosas que las personas
les hacen a los que son “diferentes”. Veo humanos, pero no humanidad.
Siempre
habrá alguien. Alguna mente inferior que querrá tomar nuestras ideas y
aplastarla como puré de papas. Y duele, por los tacos que duele. Ser aplastado
y tratado como si nadie nunca fuera a quererte, duele. Duele tanto que llegas a
creerlo. Oh, pero después es un sabor ácido en la garganta y sabes que estás
enojado. Furioso, efervescente y con deseos asesinos. ¡Juzgarte! ¿Quién se
creen? ¿Dios? ¿El rey de la montaña? ¿El aire que todos respiramos? ¿Y que si
pienso diferente? ¿Qué si no como pollo o no soporto la idea de de ser
mediocre? ¿Y que si el dolor me es indiferente? ¡No soy una suicida! Solo no me
dejo llevar por cualquier tontería. Claro, hay ocasiones en las que mis
energías se van, todo lo que hago me drena. Ser yo es agotador. Pero nunca me
veras quejándome en una esquina, luxado en mi mano derecha, tengo un tímpano
sensible y soy una persona con tendencias autodestructivas. Aun así, funciono.
Cuando las
cavernas de los demás intentan derribar mi área de afuera (de la caja o caverna)
tengo algo que me detiene de llorar o asesinar. Intenta ser yo por un día, veremos que tan bien lidias con eso. Y
luego rio malvadamente.
Las
cavernas en las que vivimos nos muestran sombras de lo que es la realidad. De
lo que deberíamos creer. Somos insignificantes en comparación al universo, a
los universos que hay fuera de nuestra caverna. Podemos no ser el centro del
universo, pero somos el centro de nuestra caverna. Que tan grande deseemos que
sea, será. Pero hay que movernos, salir, expandirnos, descubrir.
Expandirnos
a la posibilidad de que, quizá, solo quizá, nuestra forma de pensar no es
perfecta. ¿Qué es el humano, si no imperfecto? Mucha gente ha empezado a salir
de sus cavernas, pero no de una buena manera. Imponen sus “nuevas” ideas a los
demás con un maldito puño de hierro. Personas que creen poder venir a jugar con
las vidas de los demás como si tuvieran el derecho,
Salir de
la caverna es buscar conocimiento, no poder. La idea se ha ido distorsionando
hasta que lo que es ahora. Una oscura y retorcida búsqueda de poder. El saber
es poder, dicen por ahí. ¿Pero es eso lo que el humano necesita? ¿Más poder? Quizá
las personas no estén saliendo de la caverna, no en realidad. Tal vez solo
están explorando el otro lado de la caverna, el lado más oscuro que muestra
menos sombras de la realidad. Muestra solo un único camino oscuro.
“Yo creo en nada. No en el inicio ni en el final. No en la Tierra,
ni en las estrellas. No en el día, no en la noche. Yo creo en nada. Solo el
latido de nuestros corazones. No en Satán, no en Dios. No en la paz ni en la
guerra. Si no el la verdad de quiénes somos”.[3]
Creer en
algo, aunque sobrevaluado, es importante. Yo creo en que todos somos frágiles.
Yo creo en que el tiempo no cura todas las días, los huesos se rompen, sangre
es derramada, lagrimas caen, pero seguimos. Los humanos somos unos hijos de
vaca perseverantes. No nos damos por vencidos con facilidad. Y es triste cuando
esa perseverancia le hace daño a alguien más. Salir de la caverna y dejar gente
en ella es triste. Hacerlo por impotencia, por poder o por pura maldad. El
humano puede tener un sinfín de razones, pero al final del día a la única
persona a la que tiene que rendir cuentas es a sí mismo.
No somos
perfectos y esperar que lo seamos es mierda de caverna. La caverna, caja, jaula
o como se desee llamarla, no debe definirnos. Debemos romper las cadenas que
evitan que salgamos a un mundo mejor. Las sombras que son solo una enorme
mentira. La zona de comodidad es solo una forma bonita de llamar al miedo a lo
desconocido.
Lo
desconocido no siempre es malo, superar ese miedo es lo que deberíamos aspirar
a hacer. En lugar de eso, se aspira por cosas banales y terrenales que no nos
servirán de nada cuando estemos muertos. La felicidad es algo fuera de la
caverna, porque es imposible ser feliz rodo el tiempo. Cuando salimos de la
caverna estamos aterrorizados, pero cuando descubrimos que hay algo mejor que
lo que conocíamos, somos felices. ¡Hemos descubierto algo nuevo y es
emocionante!
¿Hay algo
mejor que eso? ¿Hay algo mejor que descubrir un nuevo mundo? ¿Un nuevo
sentimiento? ¿Algo que ha estado ahí todo el tiempo, solo que estaba muy oscuro
para verlo? Yo diría que no, es excelente sentirte renovado. Como si hubieras
vuelto a nacer. Y, de cierta manera, lo hiciste. Volviste a nacer, libre esta
vez, fuera de la caverna donde todo es brillante y nuevo…
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