Taller de Lectura y Redacción I
José Armando Salcedo Delgado
Desde que tengo memoria, mi ortografía ha ido cambiando de forma constante, para bien, desde luego. Reglas ortográficas nos llovían por doquier, y nosotros debimos aprenderlas y aplicarlas.
Cuando estoy a punto de escribir una palabra en la que tengo duda, de alguna manera, tengo la sensación de saber cómo se escribe. Al notar que una palabra se ve mal, se que está mal escrita, por el simple hecho de que, para mí, no luce bien; después, la corrijo de tal manera que me parezca se ve bien. Aún así, debo reconocer que tengo mis errores de vez en cuando.
Yo mejoraría mi ortografía para que mis escritos se vean presentables y claros; una buena ortografía lleva a ideas precisas y textos ordenados. También me serviría para agrandar mi cultura lingüística. Yo lo veo así: si yo no quiero mejorar, ¿quién me hará quererlo?
¿Cómo mejoraría mi ortografía? Primeramente, repasando las reglas ortográficas, concentrarme en las difíciles de asimilar hasta tenerlas bien claras. Segundo, practicando en cualquier oportunidad donde haya que escribir, especialmente donde se me olvidan por completo las reglas de escritura, esto es al momento de chatear. Rompo todas y cada una de las normas. Y lo hago no con el objetivo de retroceder lingüísticamente, sino por mera pereza. Al “postear”, “tweetear” o chatear, tendré que forzarme a escribir correctamente, eliminando abreviaturas y transformaciones extremas, como “k onda bato”; poniendo acentos, mayúsculas y signos de puntuación.
Siento que mi ortografía está en buenas condiciones. Tal vez no es perfecta, pero es decente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario