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1000 Oldies

sábado, 24 de noviembre de 2018

Soy de nueva generación / Eduardo Saldaña Ábrego


2018

Colegio Nuevo Santander

Preparatoria

Taller de Lectura y Redacción II




 Capítulo 1
Introducción

Atravesamos un momento en que la sociedad está inmersa en un proceso de cambio del que es posible percibir a través de los hechos, las señales. La era de la globalización y la conectividad trae consigo cambios y nuevos comportamientos que involucran a toda la estructura de la pirámide de población.[1]

Una idea, al parecer terrorífica, invade a moralistas, eclesiásticos, mercadólogos y políticos. Una nueva generación se encuentra a punto de romper la burbuja de la adolescencia para transformarse en quienes tengan en las manos el poder de cambiar al mundo. Aquellos primeros púberos que vivieron con gamas ya desarrolladas de iPhone, ahora ignoran a la televisión y a la radio más que nunca. Buscan nuevas maneras de sobresalir y así pintar la vida de otros colores jamás seleccionados. Me considero un adepto quien cumple con los criterios característicos de la generación Z. Habito en el ablandamiento de la tiesura estereotipada de mis antepasados, mi sueño me motiva a marcar una revolución sobre lo que veo y me disgusta.  Algunas veces escucho que ciertos adultos piensan que hay una treta en contra de los valores y la moralidad; pero, entre mis filosofías de medianoche, encuentro necesario aclarar puntos sobre mi mentalidad actualizada para poder expresar la trascendencia de mis coetáneos. Resulta necesario ya que los cambios aportan un nuevo punto de partida para el crecimiento de la civilización; por lo cual, varios pensadores los consideran bases para nuestra erudición: “La juventud no debe sólo asimilar los frutos de la cultura de sus padres, sino que debe elevar la cultura a nuevas cimas, a las que no llegan las anteriores generaciones”[2].  “El problema real no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”[3] es un razonamiento que lidera una de las problemáticas que mi generación pasa: se encuentran el descontento, el miedo a lo desconocido y el  pánico al cambio por parte de muchos adultos. Nos consideran inútiles sin máquina, subvertidos irracionales y malcriados del consumismo, ¿lo somos?

Capítulo 2
Modus vivendi 

La historia de la generación en mi escuela comenzó con niños impacientes de la llegada de la maestra Alma para poder jugar en Paint y, si se comportaban bien, acceder a la USB mágica llena de juegos que dejaron en la mente de los infantes nostálgianos. Y esa orden se cumplió de diferentes maneras. Unos solían apiñarse en ausencia de la tutora para navegar en aquel primitivo Google y tipear www.juegos.com. Otros hackeamos la ley cibernética al inscribirnos en la red social de tonalidades azules sin algún fin. El día siguiente, llegaríamos a “ufanar” sobre ese acto de rebeldía y a intercambiar nombres de usuario para llegar a la mítica cantidad de 100 amigos. En ese momento, representaba una tontería lógica y natural que cualquiera hubiera hecho. Lo que a muchos mayores les cuesta comprender, a unos mocosos de 2° de primaria les tomó no más que una clase de computación.
En mi autoanálisis, me di cuenta que el año pasado no vi ni un minuto de televisión por gusto; en cambio, mi teléfono me alertó que en los últimos 7 días, he visto 13 horas y media de contenido en YouTube, cinco en Snapchat y 23 de música. De acuerdo a Amazon, compré 8 artículos desde junio. Por último, atesoro 41 Gb de información en la nube (y una innumerable cantidad más que divaga por los vastos océanos del internet). A muchos les podría palidecer estas estadísticas, mas a mí no del todo. Pienso que representa un siguiente escalón en la infinita pelea entre la evolución cultural y la biológica del humano. Asemeja a la naturaleza del homínido que dibujaba en la roca su ganado para no perder la cuenta (aunque ahora esa roca posee tonalidades invisibles y flota hasta llegar a cajas grisáceas con cabellos de colores y apariencia plástica).
“La tecnología no es nada. Lo importante es que tengas fe en la gente, que básicamente buenas e inteligentes, y si les damos herramientas, harán cosas maravillosas”[4]. Steve Jobs nos expresa esa inocencia pueril con la que usábamos las computadoras. Sólo buscábamos mandarnos un emoji  con nuestros amigos en la tarde para que supieran que nos acordamos de ellos. Significaba un espacio libre y divertido para publicar los avances en FarmVille y en Mundo Gaturro para que nuestros amigos nos obsequiaran monedas y artículos en el pasatiempo post tarea. Era nuestra introducción a la informática de documentos e imágenes digitales usados para deberes tan sencillos como la biografía de Benito Juárez o el ciclo del agua. Por primera vez, los temas complejos como fracciones o la teoría musical se podían explicar con juegos y videos.

Adictos al nuevo mundo

Mi primer contacto con el conocimiento impartido por estos medios se dio a través de un globo terráqueo inteligente. A los 4 años, mis abuelos paternos vieron mi interés por los países; ya que en las enciclopedias siempre hojeaba las páginas con las banderas del mundo. Me forcé a aprenderme las capitales de toda Europa y de América, la distancia entre Londres y Nueva York y el clima de París. Hasta la actualidad, todavía tengo nociones sobre ello. Ésta surgió como mi primera pista de lo que me depararía. Yo estoy seguro que pude haber nacido en cualquier otra época del universo; pero fui concebido, conservado y traído al mundo en el 2002 por una razón.
A esa memoria le atribuyo muchas emociones, porque la bautizo como la primera gota del vaso, rompió lo impoluto y germinó la curiosidad por lo novedoso; como dijo Edmon Burke, “la primera y la más simple emoción que descubrimos en la mente humana es la curiosidad”[5]. Sin embargo, para otros se podría traducir en su primera droga. Kristian Wilson de Nintendo Inc. comentó, "los videojuegos no afectan a los niños: es decir, que si PacMan nos hubiera afectado cuando éramos niños, ahora todos nos moveríamos por habitaciones oscuras, tragándonos pastillas mágicas y escuchando música electrónica repetitiva”[6]. Parecía sátira e ironía en los años ochenta, aunque a la fecha, hay casos reportados. Imagino que el CEO de Nintendo Inc. nunca pensó que la sociedad se corrompiera en el abismo de los estupefacientes hasta el punto en el que las clínicas de rehabilitación aparecen por montón para satisfacer la creciente demanda. Aunque los jóvenes tengamos  muchos puntos a favor, nuevas barreras nacen y se proliferan. Otras, se intensifican.
La drogadicción resalta como uno de los pesares que cargan a la generación porque ese término sobrepasa a los fármacos al incluir a objetos electrónicos. Todos los trastornos que conllevan ambos casos bombardean a la salud pública. Según la revista Redalyc, el 75% de los adolescentes van a sufrir periodos de ansiedad por la falta de sus dispositivos electrónicos[7]. Por tanto, las posibilidades me arrogaron en un limbo determinado por mi autocontrol y disciplina.  Acertaron. De vez en cuando me estreso si no tengo el celular en mi bolsillo o cuando se descarga muy rápido. Me enojé con mis papás cuando me cortaron mi línea de datos móviles ya que me quedaba incomunicado al ir por la calle.
Una nueva teoría que me platicó mi abuelo se base en que no la halla como una adicción, más bien una extensión del ser. Lo explicó como un fenómeno que ocurre cada vez más seguido. Tal vez en la prehistoria, los mayores pegaban un grito al cielo cada vez que los novicios prendían fuego y se maravillaban de su incandescencia. Esto se repite porque somos evolutivos. Nunca estamos quietos ante las nuevas posibilidades; se nos presenta como un principio epistemológico para crecer como comunidad. “La humanidad puede soportar la pérdida de todo; sus posesiones pueden ser rechazadas sin infringir su verdadera dignidad, menos la posibilidad de mejora”[8].
Otra aceptación se sienta sobre prejuiciosas afirmaciones que nos convierte en unos buenos para nada. Los seguidores de esta ideología ubican a la generación sobre un plano de desconfianza y lejanía. Somos planteados como intelectos extraños, amansadores del porvenir y atarantados por las acciones básicas. Nos tachan como amantes de los brunch´s, prosélitos del feminismo y alcohólicos anónimos de los machiattos tamaño venti sin mucha espuma, leche de almendras (porque #veganlife)  y un shot de sirope de vainilla, servidos en vasos hechos de cartón reciclado que recaudan para los afectados del atentado natural o social más reciente. Tendemos a unirlo con el consumismo, así lo afirman muchos, “todo en nuestra sociedad está ligado al consumo fácil, al consumo como norma para acceder a  la felicidad y ser socialmente aceptado/a”[9].  Contradecir esa declaración correspondería a algo necio, pero no todos moran como consumistas.
Más que una ironía, se manifiesta como una malinterpretación de los sucesos. Los vemos como hábitos que abundan, pero no imperan. Me parecen comentarios generalizadores causantes de desaliento; la repetición irracional llega hasta el subconsciente para colocar un “gusanito”, siempre presente, quien recuerda que gran variedad de personas no creen en ti por encontrarte en un rango determinado de edad. Aunque yo haya cometido los pecados mencionados en repetidas ocasiones, lo admito con orgullo, porque simboliza el trasfondo de los movimientos que causan confusión entre nosotros. Los actos aportan un recordatorio de quiénes fuimos y para qué respiramos. Twain redactó, “ningún hombre se puede sentir cómodo sin su propia aceptación”[10]. ¿Por qué sentirme avergonzado por usar el celular y surfear por el inconmensurable internet? Ese lío entre mis ideas me dio una razón para escribir este ensayo, desde el día del globo terráqueo ya nada ha sido igual. Aprendí a navegar.

Relaciones inter(net)personales

¿En qué momento aprendimos a navegar y dejamos de hablar? ¿En qué momento todos se volvieron capitanes de su propio barco? De repente, miramos esclavizado al celular. Una pantalla ennegrecida crea la ilusión de apego. Convierte a la comunicación en mensajes vacíos llenos de seudo emociones pintadas en formas mecanizadas del rostro humano. Los psicólogos se especializan más en el análisis del código afectivo QWERTY que en el transmitido por los hoyuelos y la comisura labial. Emula a una historia que pareciera ficción. Las teclas transmiten el mensaje y la boca cesa para conformarse con monosilábicos. En las redes sociales, se crean bandos y guerras. Algunos se levantan abrumados al sonar del pitido de las notificaciones por las incontables opiniones en la supuesta libertad de los muros electrónicos.

En un espectro psicológico, se nos describe:
Son producto de una crianza muy estimulada, con mucho reconocimiento y grandes posibilidades de cambio. […] Así, entonces, su forma de divertirse es con internet, celular,  y videojuegos, todo junto y al mismo tiempo. Su poder de realizar varias tareas simultáneamente (capacidad multitasking) lo trasladan también a toda su vida. […] Si nos detenemos a observarlos, descubriremos a los niños pendientes de los mensajes en su MSN, hablando por celular oralmente, o a través de mensajes de texto, escuchando música que bajan de algún programa de computadora […]. A veces esa conducta de atarse a los medios reemplaza la vida afectiva y las relaciones personales, transformándose de esta manera el deseo y la curiosidad en una necesidad de estimulación. [11]
Resulta fascinante el hecho de volvernos sujetos de estudio muy complejos para esta rama médica. El trastorno en la vida colectiva se compara con máquinas, programadas para hacer dos o tres acciones por vez. “Viven golpeando teclas, haciendo varias cosas a la vez, actuando hasta que se les indique explícita y detalladamente: ¿se transfiguraron en las nuevas máquinas?”[12]. Al parecer no existe cura alguna. Moramos con nuestra extensión de la mano, tal como película de ciencia ficción. Sin embargo, nos perciben más útiles que nuestros antecesores, los millennials. Una clara diferencia se encuentra en lo siguiente:
Al mismo tiempo, se muestran más emprendedores (el 72% de los estudiantes de secundaria desean iniciar un negocio algún día y el 61% preferiría ser un empresario a un empleado tras salir de la universidad, según un estudio realizado por Milenario Branding), pese a estar en este estadio tan temprano de sus estudios. Más de tres cuartas partes desean convertir sus aficiones en empleo a tiempo completo. Quizá por eso también los de la generación Z se muestran más dispuestos a querer cambiar el mundo. De hecho, 6 de cada 10 aseguran que quieren tener un impacto en el mundo, en comparación con el 39% de la generación del milenio.[13]
El pronóstico nos ve con ojos ambiciosos, con mentalidad dirigida a satisfacer una vida lujosa y con una educación lozana, debido a la progresiva demanda de preparación profesional. En general, las investigaciones y las predicciones en torno a nosotros resultan en datos muy variados por el factor de la individualidad. Ese valor tiende a vincularse con el tema ya que el sentido de la palabra amigo no se define por una simple oración. Tal concepto deriva en dos connotaciones. La primera refiere a las personas con quienes se trabaja para concebir streaks al mandar una foto o video diario, sin errar. También alude a los contactos favoritos en WhatsApp o a quien nos siga en Twitter. Por otro lado, existe el segundo matiz, aquel que se limita a una o dos almas reales: se cuentan secretos, hablan de sus gustos, sueños y miedos; comparten historias y se relatan desamores. Aunque no siempre se puede tener ambos.
La vida no se estanca. Charles Darwin lo afirmó así en el siglo XIX, “no es la especia más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”[14]. Este proceso paulatino se ve acelerado por los avances humanos en todos los aspectos. Las ideas vuelan a velocidades exorbitantes, así se producen los fenómenos sociales característicos.
En lo personal, prefiero mejor ver YouTubers que a actores cuyas existencias se determinan por características tan hollywoodenses. Los primeros se presentan como personas comunes y corrientes, quienes supieron agarrar una cámara, entumecer sus inseguridades para dejar un legado permanente en la vida de todos sus suscriptores. Me he dejado abducir hasta el punto en que prefiero pasar una tarde entera ahí que salir al cine, pero conseguí algo a cambio: me introdujo a una visión más abierta sobre la religión, la sexualidad, el amarillismo, la empatía, el amor y la vida.
Lo anterior me lleva a analizar el tiempo invertido en los distintos sitios web. En lugar de salir al parque, vemos a nuestros amigos en el mapa de Snapchat; los famosos ya no tienen que ir al programa Hoy para soltar sus secretos, ahora sólo basta con subir un video sobre “50 cosas sobre mí”, “Tag del novio” o “Tenemos que hablar” (estos últimos me ponen en duda si seguir mi promesa de evitar el click-bait).  En el momento en que las compañías celulares sacaron al mercado los nuevos productos de telefonía móvil con cerebro, explotó la bomba. Einstein había advertido, “temo el día en que la tecnología sobrepase a la humanidad y el mundo tenga una generación de idiotas”[15].  Bajo la crítica de muchos, parece tonto mandar mensajes cuando la otra persona habita al lado o comprar el mandado por internet. Lo encuentran como una pérdida de dinero adquirir un modelo de smartphone útil (la mayoría de las veces llega a costar muy caro). Los juicios aumentan si se suma a la ecuación un individuo de corta edad. Los mayores argumentos existentes para esos casos residen en cuestionar el uso que se les va a dar; sobre si sólo van a usarse con el fin de abrir las redes sociales y holgazanear. Inclusive hay quienes viven con la paranoia de ser espiados o manipulados, por lo cual comprar un nuevo celular resulta una tarea imposible.
La automatización regala un sinfín de posibilidades para el desarrollo del ser humano, porque las tareas repetitivas y agotadoras son hechas por robots. Un artículo afirmó, “(la automatización) deja lugar para lo que mejor hacen los humanos, trabajar en situaciones que requieren subjetividad y juicio”[16]. Por lo cual, favorecen a la rapidez y facilidad de bastantes procesos. Dimos un primer paso con las aplicaciones como WhatsApp, Messenger, Gmail y Outlook porque una pequeña horda de unos y ceros puede viajar al otro lado del planeta en cuestión de segundos. Han salvado vidas, recuperado rehenes y acercado a quienes les afecta la geografía.
Las relaciones sociales se transforman como nosotros. Por mero uso de la razón: si las casas ya no se construyen igual, si los niños ya nacen sin muelas del juicio, si la música se vuelve irreconocible comparada con la de hace tres siglos, ¿por qué el arte de la conversación y la interacción se quedaría estático? Un experto en las TIC escribió una frase en uno de sus libros para luego publicarla en Twitter, acto iniciador de una mesa redonda muy inteligente; la cual me dejó con grandes verdades y lagunas. Decía, “en internet, el cambio es tan trepidante, que tienes que desaprender lo que ni siquiera has llegado a entender”[17]. La cita no me transmitió tanta inspiración; en cambio, los debates en la sección de respuestas me proporcionaron la perfecta ejemplificación del tipo de comunicación que se prefiere. Aunado a eso, había una dicotomía en cuanto a la veracidad del comentario y en torno a su filosofía  sobre la rapidez de aparición y salida de los objetos en el presente. Un ejemplo muy claro: las modas. Hace 4 años, los videos de risa o las noticias controversiales duraban en el centro de atención por días, incluso semanas. Caso contrario ocurre ahora, la sobrecarga de información trae consigo el desapego del interés y el momento de auge. No sería de extrañar si así ocurriera en los jóvenes: los datos transitan como peatones en una urbe; el foco de atención se dilata para que se pueda captar más, pero entender menos.
Si se critica a las nuevas técnicas de conexión entre personas, ya que los menores no acostumbran las cosas como antes; imita cuestionar al cambio en sí. Parece cierto, mis pares y yo no fuimos hechos para este mundo, ni para el anterior, sino para el que nosotros mismos nos vamos a construir. “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar al mundo”[18]. Fuimos la gota de agua en el meteorito vagabundo entre galaxias y vacíos que por una causalidad azotó contra el manto terrícola. Atravesamos océanos en busca de oxígeno. Al ponernos de pie, tomamos la iniciativa de cruzar hasta la otra rivera. Trazamos mapas e iniciamos guerras. Hubo libros, pinturas y música que reconfortaron al alma cada vez que todo parecía perdido; sin embargo, sólo la metamorfosis reside en la inmortalidad. Por tanto, nos fugamos de la muerte al no estancarnos.

Capítulo 3
                                        ¿La nueva década de las luces?       
— ¿Se figura usted que está loco?
La señorita Maudie sacudió la cabeza.
—Si no lo está, a estas horas debería estarlo. Nunca sabemos lo que de verdad les pasa a las personas. No sabemos qué sucede en las casas, detrás de las puertas cerradas, qué secretos…[19]
Una simple mirada al pasado, de manera específica al siglo XVIII, y descubriremos un periodo que marcaría para siempre a la historia. Una simple pluma sostenida de los dedos de filósofos mineros del mundo intelectual creó una revolución llegadora a las mentes de miles de ciudadanos, no sólo de Europa, sino del mundo.
La ilustración es la salida del hombre de su condición de menor de edad de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no radica en una falta de entendimiento, sino de la decisión y el valor para servirse de él con independencia, sin la conducción de otro.[20]
Una posibilidad transmite que la Ilustración nunca acabó. Creció sosegada en el hemisferio central nutrida de cultura. Floreció con nosotros. Se amamantó de Montesquieu, se irradió con los Curie y se alzó en vuelo con Martin Luther King. En la actualidad, gracias al ilimitado acceso a la comunicación, se replica en cada uno de nosotros, en cada singularidad existe una cantera sin explotar.
Los nuevos afilosofados no se perfilan como grandes intelectuales; en cambio, usan su voz para defender nuevos movimientos que salvaguardan la ética para un desarrollo más justo para todos. Las minorías ya tienen acceso a expresar su opinión sin ninguna restricción de los medios tradicionales; además, las plataformas usadas crean una influencia masiva sobre toda clase de personas. Por si fuera poco, cada vez más empresas se encuentran a favor de las muchas razones por que se lucha. En consecuencia, cualquier usuario de estas redes sociales logra ampliar sus horizontes, explorar nuevas corrientes que lo llevarán a nuevas expectativas y valores. A mí me enseñó lo que ni cuestionaba y me hizo cuestionar lo que me habían enseñado. Me formó como persona: mis locuras, honores e inseguridades.

Espejo negro
En una de las series más aclamadas del momento, Black Mirror, nos adentramos en un universo paralelo (o futuro) de la raza humana. Llevan el auge desmedido de la tecnología a situaciones hipotéticas, cuyo sentimiento oscuro y tenebroso se da hasta en las escenas diurnas. Una mirada sombría llena de colores vivos producidos por pantallas LED. En este punto me bifurco: por un lado, la inclusión de los teléfonos en la vida diaria me parece innovador y valioso en una sociedad exigente de ello; por el otro, me cuestiono, ¿la dependencia alcanzará niveles como los de la serie?
En un libro, encontré un retazo de texto que me hizo pensar, sin querer, en la dependencia al celular:
Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían en escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.[21]
La interpretación me lleva a pensar que, en numerosas ocasiones, abusamos de la practicidad que se nos brinda a través de prismas rellenos de chips y fibras. Nos retenemos por horas sin discutir el porqué. Mis papás me hacen reflexionar en torno a mi tiempo en este mundo y  cómo lo quiero aprovechar. Dumbledore me susurró un día, “tu incapacidad de comprender que hay cosas peores que la muerte siempre ha sido tu mayor debilidad”[22].
Uno de mis peores miedos en la vida se basa en que ésta haya pasado y yo sólo me esmeré en ignorarla. Todos los días tengo la nota mental de dejar a un lado mi teléfono. Comencé cuando Fa, una booktuber regia, recomendó usar Facebook por 10 minutos al día. No creía que tantos instantes eran hurtados, hasta que indagué para encontrar los resultados del uso de batería. Mi problema reside en mi mala práctica de dejarlo encendido. Las manecillas del reloj juegan a las carreras mientras los iones de litio inmersos en la cajuela telefónica se desgastan por mantener centellante a la pantalla. Por lo cual, al voltear a verlo, siempre hay un meme o un cuestionario de Buzzfeed a mi espera. Y me dejo atrapar.
La clara postura defendida por todos los que conozco expresa límites entre aprovechar y abusar. Mis contemporáneos acceden en conocer, aplicar y valorar los avances científicos; sin embargo, no significa cruzar un portal a la tremenda locura. Aunque creo que cada vez se vuelve más difícil mantener un estatus relajado ante los celulares. Al ver uno, preguntamos qué modelo aparenta, si rinde, etc. ¿Acaso existe la posible que esas barreras se hayan tergiversado con el tiempo? ¿Celuvivimos?
Un aspecto tajante en el desarrollo de la civilización  recae en la distribución de tareas a los otros, por ejemplo, a los menos privilegiados, a los animales o a la maquinaria. Ganamos experiencia en cómo dominar y perdemos un cachito de autonomía. Un día sin electricidad significaría la catástrofe de las bolsas de valores, de los cirujanos, de los cajeros y secretarias al verse forzados a parar. A la vez, esa misma dependencia nos beneficia al manufacturar invenciones nunca antes vistas o necesitadas. “Internet ha convertido lo que era un mensaje contralado y unidireccional, en un diálogo en tiempo real con millones de personas”[23].  Forma parte del espectro humano determinante para liberarse de la ignorancia, el peor de sus males. Las tecnologías nos individualizan en el todo cibernético. Los cables y las ondas remplazan los lazos entre personas físicas para llevarlos a nuevos niveles. En ellos, nuestra responsabilidad será aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen. No podemos ignorar el hecho de que la ciencia y la tecnología invadieron cada aspecto de nuestra vida; no tenemos la habilidad de correr de ello, sino sacarle el lado positivo para revolucionar a la especie y a todo lo que existe en el mundo.

Sobre sexualidad y otros tabúes
“Entender la sexualidad es tan ancho como entender el mar”[24].
En mi experiencia como navegante de los ceros y unos, hallé utopías literarias sobre el género y su independización del sexo biológico. Otro día me topé con una página dedicada al estudio y difusión sobre el proceso de dualidad en que nos encontramos, donde montonales de estudios y publicaciones me adentraron en la búsqueda infinita para entendernos a nosotros mismos.
Conforme avanza la controversia del feminacismo, el feminismo y el machismo, la desinformación y la confusión entran como protagonistas para actuar en la ópera del siglo. Yo recuerdo que en un principio, los artículos abordaban asuntos relevantes y actuales. Buscaban la equidad a través de la lectura. En un punto, el Titanic se hundió; ahora flotan trizas provenientes de mujeres que tratan de opacar u otras que luchan por el “feminismo” después de haber pedido permiso a su esposo.
En mi concepción, idealizo al feminismo (de manera específica, el de tercera ola) como una fuente para una mejor convivencia mediante acciones que desaparezcan las etiquetas de la sociedad. Pienso que la sociedad categoriza porque así se convierte en más fácil de ver y entender, pero en un algoritmo más abstracto permitiría más libertad. Estamos enfrascados sin siquiera saberlo; presurizados al vacío por el sistema educativo actual y con pocas esperanzas de salir. Emma Watson lo proclamó en un discurso, “cuando mi imagen empezó a ser sexualizada por los medios, o mis amigas no querían unirse a los equipos deportivos que les gustaba o cuando mis amigos hombres no expresaban sus sentimientos, decidí que era una feminista”[25]. La generación Z puede llegar a quebrarlos.
Me parece ridículo pensar en dos: masculino o femenino. A los hombres se les debe pagar más porque son el sostén del hogar y las mujeres deben encargarse de la cocina y de los hijos. Los hombres no expresan lo que sienten, debe de aparentar rudeza y seriedad. Las mujeres deben de sonreír y procurar delicadeza. Aquí aparece un término que me enerva, estereotipos. Todos esperan algo de ti; todos parecen pendientes de lo que haces y se les disgusta algo, empiezan las críticas. En cambio, si te encuentras en una situación desfavorable, nadie se ocupa. La sociedad es un cadillo que cualquiera va a portar por el resto de su vida. Lo que busca no es que seamos felices, sino presos de sus deletéreas generalizaciones. Lo impugnado se debe relatar a sottovoce y lo que no cuadra dentro de los parámetros, se debe censurar. 
Todo comenzó desde el día en que las relaciones sexo-genitales impusieron un toque de queda. De alguna manera, las palabras “pene” y “vagina” se convirtieron en conceptos vulgares y morbosos. Si gritara “¡Pierna!” en un supermercado nadie se asustaría, tal vez me preguntarían que cuántos kilos llevaré, mas no pasaría de ahí. En cambio, si exclamara “¡Pene!”, recibiría miradas confusas y risas envueltas en un contexto de temor e ignorancia. Por lo anterior, la educación sexual debería deslumbrar entre las prioridades del gobierno, ya que no lo pienso posible ni maduro morirse a carcajadas por preguntar a los maestros si ya probaron las panochitas yucatecas. No posee lógica el buscar sexualizar actividades sin conexión; mofarse con el nombre de una actriz porno ni condenar la pornografía lícita. De manera errónea, creemos que la sexualidad debe empezar ya cuando una persona tiene madurez, mas se debe de cuidar la prudencia. Encuentro cierto lo que dijo Freud, “las primeras nociones de la sexualidad aparecen en la lactancia”[26].
Nos crían rodeados de sofismas que dictan normas de cómo comportarse al seguir la moral. El azul y el rosa eran rasgados para diferenciar a las personas; aunque, en los últimos años se vio que danzan e intercambian hilos. Rompen el hielo de lo antediluviano para adaptarse a los nuevos movimientos. Cuando busco una explicación al género, las ideas se caracterizan por ser abstrusas. Tal vez nunca comprenda cómo funciona, mas yo lo vivo. Defenestro aquello que me limita. Timoneamos un barco común; las olas de la ignorancia azotan por estribor y la marea de lo desconocido, por babor. Como entes desarrollados estabilizamos aquel vaivén al vivir y dejar vivir.
 Cada vez, se abre más la mente y los tabúes mueren. Gracias a la gran aceptación y difusión por parte de los influencers, muchos jóvenes y niños logran obtener información de una manera más directa y objetiva; lo que quita los miedos, las viejas tradiciones y el morbo. En las plataformas masivas, se colman de multimedia especializada. Nosotros, los adolescentes, rebosamos de información; la suficientes para conocer los pequeños detalles, vivencias e ideologías para prosperar como entes más éticas y libres.

Política, globalidad y futuro
“Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselo. ¡Nadie!”[27]. Un hombre hizo un llamado a la política boliviana del siglo pasado debido a la poca participación juvenil en las elecciones. De hecho, para esa cita atesoro uno que otro pensamiento.
En primer lugar, la falta de motivación y apego hacia la política por parte de los más chicos se volvió un aspecto innegable en todo el mundo. Me parece importante atenderla, pero tediosa de entender. En el sufragio que tomará lugar en junio, entre los candidatos centrales se encuentra un priista (al parecer, en estos tiempos equipara a un pecado), un pelón despilfarrador de dinero, un comunista hambriento de poder y la esposa de uno de los presidentes más odiados de la historia. ¡Me da gusto que aún no tenga la obligación ciudadana de ir a votar! El ambiente moldea una tensión manipuladora. Los partidarios defienden a capa y a espada a su candidato. Internet es la sede de las mejores peleas, abundantes de rumores, insultos, argumentos mal sustentados y vendidos. Un medio publica que López Obrador se alió con Rusia (lo que me causa pavor y un deseo que no llegue a la cabeza del poder ejecutivo). Otro desvalora a Anaya al publicar sus lujosos viajes, lo que provoca un enojo por parte de los panaderos. Y así con cada uno. Al final, comunica uno de los males de la libertad de información.
Huimos de las tareas para adultos para hibernar en nuestro cascarón. Se hicieron fórums y campañas para incentivar a los jóvenes (como los priennialls, hasta la fecha me río). Lo más probable apunta a que saldremos a ejercer nuestro derecho; lo espera el pueblo, la sociedad. Aunque, en una predicción efímera, no votaremos; los partidos de izquierda se muerden las uñas por los votos nulos y los de derecha caen ante el deceso de todos sus diligentes.  Las nuevas generaciones marchan hacia un planeta incierto; preparado y temeroso de nosotros.
En segundo lugar, yace la magnífica visión de la globalidad. La palabra país  no genera gran relevancia en esa declaración. La globalidad, para no confundir ni crear ambigüedades, responde a la interconexión intensiva de los últimos años; transmisora de un mensaje de paz y cooperación entre naciones, quienes compiten para ver cuál es la mejor y explotan recursos de los países en vías de desarrollo. La mayoría firma acuerdos para mejorar a nuestro planeta, pero no los siguen. Piden a gritos la expulsión de inmigrantes y no son considerados con el medio ambiente. Una petición ascendente consiste en inculcar el término ciudadano global. A mí me parece una grandiosa proposición ya que simbolizan un nuevo alcance para la solidaridad y multiculturalidad.        
Tal vez en un punto del futuro ya no existan países, sino un mundo unido. Las fronteras se diluirán ante la migración y el intercambio cultural. Es cierto que tales barreras simbolizan un impacto económico y político sobre el control de masas, pero no deberían frenar sueños por motivos de discriminación y xenofobia. Con la cultura de una ciudadanía global, encontraremos el futuro de la convivencia humana. Los continentes y los océanos no frenan la expansión; las personas no se limitan a una nacionalidad; no son mexicanas, ni argentinas ni británicas: sólo personas. Inclusivo hay una creciente cantidad de gente imposible de catalogar en regla política.  Las culturas ya no son reservadas, sino fusionadas. Lo podemos ver en la comida, en las celebraciones, en los personajes icónicos  y en nuestra propia vida. Según recuerdo de mis clases de Historia Universal, esta oleada aterrizó al término de la Segunda Guerra Mundial y se intensificó con la caída del Muro de Berlín. Asimismo, los atentados terroristas, los secretos de estado limitadores de la total honestidad de los gobiernos y la exposición de las condiciones de vida de cada rincón del globo han fungido como motores para este movimiento. Los silenciados ahora manifiestan sus pesares y alegrías con unos cuantos caracteres publicados en línea

Capítulo 4
Trascendencia y filosofías finales
Una frase que traspasó las barreras del tiempo (hasta mi mamá la dice) consiste en ensañarnos que los humanos movemos al mundo con nuestras acciones y actitudes: “Las cosas no cambian, cambiamos nosotros”[28]. Aunque resulte influida por el antropocentrismo; sin la especie humana, nada sería igual.
Hace unos días, busqué en BestBuy productos tecnológicos. Al estudiar las características, me sorprendí. La competencia lleva a las compañías a exagerar en sus artículos: cámaras resistentes al agua, resolución de 200 DPI, con algoritmos rendidores de memoria, cubiertas de plásticos de dureza extrema  y con lentes de diamantes. Otro reportaje de Pictoline anunció que en China ya se clonó al primer mono. “Esta es la primera vez que se clona a un primate […] Aunque técnica y legalmente aún falta mucho para que la clonación humana sea realidad, para muchos investigadores estamos cerca de lograrlo”[29]. Me cuestiono si ya nos asentamos en el futuro, pero no. Moramos en la época de la libertad científica llena de cuestiones éticas a resolver. ¿La humanidad podrá, antes de mi muerte, teletransportarse o clonarse?
La tecnología es nuestra niñera. Nos entretiene, nos ayuda con la tarea y nos da pauta para poder hablar con nuestros conocidos. Detiene el tiempo por horas sin siquiera notarlo. Hizo su trabajo: nos volvió rebeldes, nos presentó ideas revolucionarias y nos dominó. Le siguió los pasos a sus abuelas: la televisión, la radio y la imprenta. Cada día nos acaricia los sentidos, hasta que un día nos transfigure en apolíticos, más consumistas, celuzombies; sin embargo, nos bautizará como comunidades con más equidad de género, más calidad de vida y más intercomunicación.  “A los jóvenes les pido que sean transgresores, opinen. La juventud tiene que ser un nuevo punto de inflexión”[30]. Aquello se convertiría en una de las últimas frases que un político argentino pronunciaría en público. En ella exalta a no conformarse, a levantarse del asiento y luchar. A aprovechar el día y mover al mundo. Todos lo deberíamos hacer; un paso a la vez, una opinión a la vez, un día a la vez. Con las nuevas herramientas, nada es imposible. La generación Z existe en un panorama lleno de mejoras y retos; rodeado de nuevas ideologías para ampliar nuestro punto de vista. Así nos encaminaremos hacia un mejor espacio.
El mañana me intriga. Mi cabeza da vueltas al tejer las gigantes oportunidades. Por ello, enfaticé en los tres temas significativos en las transformaciones culturales. Descubrí que no somos extraños y ajenos a nuestros antepasados, sino una cadena de manos. Nos cautivan con los consejos y la sabiduría para que nosotros los saquemos a la luz en estilos inéditos. Una misión de nuestros padres reside en nuestra búsqueda de la felicidad. Nos retan a respirar y a aprender todos los días. Somos hijos del pasado que rompen telas, se abren su camino como Moisés y engrandecen el sentido humano. Cada generación lo ha hecho a su manera. Ahora, nos pertenece el turno.


[1] Di Lucca, S. (2016). El comportamiento actual de la Generación Z en tanto futura generación que ingresará al mundo académico. (Tesis de maestría, Universidad de Palermo). [En línea]  Recuperado el 20 de enero de 2018 en http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/proyectograduacion/archivos/2255_pg.pdf
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[29] Pictoline. (2018). “Ctrl + China”. [En línea] Consultado el 28 de enero de 2018 en https://twitter.com/pictoline/status/956695924880891904
[30] Kirchner, N. (2011). Cuaderno 2 de la militancia. Editorial Punto Crítico, S.A. Argentina.

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