2018
Colegio Nuevo Santander
Preparatoria
Taller de Lectura y Redacción II
Capítulo 1
Introducción
Atravesamos
un momento en que la sociedad está inmersa en un proceso de cambio del que es
posible percibir a través de los hechos, las señales. La era de la
globalización y la conectividad trae consigo cambios y nuevos comportamientos
que involucran a toda la estructura de la pirámide de población.[1]
Una idea, al parecer terrorífica,
invade a moralistas, eclesiásticos, mercadólogos y políticos. Una nueva
generación se encuentra a punto de romper la burbuja de la adolescencia para
transformarse en quienes tengan en las manos el poder de cambiar al mundo.
Aquellos primeros púberos que vivieron con gamas ya desarrolladas de iPhone, ahora ignoran a la televisión y
a la radio más que nunca. Buscan nuevas maneras de sobresalir y así pintar la
vida de otros colores jamás seleccionados. Me considero un adepto quien cumple
con los criterios característicos de la generación Z. Habito en el
ablandamiento de la tiesura estereotipada
de mis antepasados, mi sueño me motiva a marcar una revolución sobre lo que veo
y me disgusta. Algunas veces escucho que
ciertos adultos piensan que hay una treta en contra de los valores y la moralidad; pero, entre mis filosofías de medianoche,
encuentro necesario aclarar puntos sobre mi mentalidad actualizada para poder
expresar la trascendencia de mis coetáneos. Resulta necesario ya que los
cambios aportan un nuevo punto de partida para el crecimiento de la
civilización; por lo cual, varios pensadores los consideran bases para nuestra
erudición: “La juventud no debe sólo asimilar los frutos de la cultura de sus
padres, sino que debe elevar la cultura a nuevas cimas, a las que no llegan las
anteriores generaciones”[2].
“El problema real no es si las máquinas
piensan, sino si lo hacen los hombres”[3]
es un razonamiento que lidera una de las problemáticas que mi generación pasa:
se encuentran el descontento, el miedo a lo desconocido y el pánico al cambio por parte de muchos adultos.
Nos consideran inútiles sin máquina, subvertidos irracionales y malcriados del
consumismo, ¿lo somos?
Capítulo 2
Modus vivendi
La historia de la generación en mi
escuela comenzó con niños impacientes de la llegada de la maestra Alma para
poder jugar en Paint y, si se
comportaban bien, acceder a la USB mágica llena de juegos que dejaron
en la mente de los infantes nostálgianos.
Y esa orden se cumplió de diferentes maneras. Unos solían apiñarse en ausencia
de la tutora para navegar en aquel primitivo Google y tipear www.juegos.com. Otros hackeamos la ley cibernética al
inscribirnos en la red social de tonalidades azules sin algún fin. El día
siguiente, llegaríamos a “ufanar” sobre ese acto de rebeldía y a intercambiar
nombres de usuario para llegar a la mítica cantidad de 100 amigos. En ese
momento, representaba una tontería lógica y natural que cualquiera hubiera
hecho. Lo que a muchos mayores les cuesta comprender, a unos mocosos de 2° de
primaria les tomó no más que una clase de computación.
En mi autoanálisis, me
di cuenta que el año pasado no vi ni un minuto de televisión por gusto; en
cambio, mi teléfono me alertó que en los últimos 7 días, he visto 13 horas y
media de contenido en YouTube, cinco
en Snapchat y 23 de música. De
acuerdo a Amazon, compré 8 artículos
desde junio. Por último, atesoro 41 Gb de información en la nube (y una
innumerable cantidad más que divaga por los vastos océanos del internet). A
muchos les podría palidecer estas estadísticas, mas a mí no del todo. Pienso
que representa un siguiente escalón en la infinita pelea entre la evolución
cultural y la biológica del humano. Asemeja a la naturaleza del homínido que
dibujaba en la roca su ganado para no perder la cuenta (aunque ahora esa roca
posee tonalidades invisibles y flota hasta llegar a cajas grisáceas con
cabellos de colores y apariencia plástica).
“La tecnología no es
nada. Lo importante es que tengas fe en la gente, que básicamente buenas e
inteligentes, y si les damos herramientas, harán cosas maravillosas”[4].
Steve Jobs nos expresa esa inocencia pueril con la que usábamos las
computadoras. Sólo buscábamos mandarnos un emoji
con nuestros amigos en la tarde para
que supieran que nos acordamos de ellos. Significaba un espacio libre y
divertido para publicar los avances en FarmVille
y en Mundo Gaturro para que nuestros
amigos nos obsequiaran monedas y artículos en el pasatiempo post tarea. Era nuestra introducción a
la informática de documentos e imágenes digitales usados para deberes tan
sencillos como la biografía de Benito Juárez o el ciclo del agua. Por primera
vez, los temas complejos como fracciones o la teoría musical se podían explicar
con juegos y videos.
Adictos al
nuevo mundo
Mi primer contacto con el
conocimiento impartido por estos medios se dio a través de un globo terráqueo
inteligente. A los 4 años, mis abuelos paternos vieron mi interés por los
países; ya que en las enciclopedias siempre hojeaba las páginas con las
banderas del mundo. Me forcé a aprenderme las capitales de toda Europa y de
América, la distancia entre Londres y Nueva York y el clima de París. Hasta la
actualidad, todavía tengo nociones sobre ello. Ésta surgió como mi primera
pista de lo que me depararía. Yo estoy seguro que pude haber nacido en
cualquier otra época del universo; pero fui concebido, conservado y traído al
mundo en el 2002 por una razón.
A esa memoria le
atribuyo muchas emociones, porque la bautizo como la primera gota del vaso,
rompió lo impoluto y germinó la curiosidad por lo novedoso; como dijo Edmon
Burke, “la primera y la más simple emoción que descubrimos en la mente humana
es la curiosidad”[5].
Sin embargo, para otros se podría traducir en su primera droga. Kristian Wilson
de Nintendo Inc. comentó, "los videojuegos no afectan a los niños: es
decir, que si PacMan nos hubiera
afectado cuando éramos niños, ahora todos nos moveríamos por habitaciones
oscuras, tragándonos pastillas mágicas y escuchando música electrónica
repetitiva”[6].
Parecía sátira e ironía en los años ochenta, aunque a la fecha, hay casos
reportados. Imagino que el CEO de Nintendo Inc. nunca pensó que la sociedad se corrompiera
en el abismo de los estupefacientes hasta el punto en el que las clínicas de
rehabilitación aparecen por montón para satisfacer la creciente demanda. Aunque
los jóvenes tengamos muchos puntos a
favor, nuevas barreras nacen y se proliferan. Otras, se intensifican.
La drogadicción resalta
como uno de los pesares que cargan a la generación porque ese término sobrepasa
a los fármacos al incluir a objetos electrónicos. Todos los trastornos que
conllevan ambos casos bombardean a la salud pública. Según la revista Redalyc, el 75% de los adolescentes van
a sufrir periodos de ansiedad por la falta de sus dispositivos electrónicos[7].
Por tanto, las posibilidades me arrogaron en un limbo determinado por mi
autocontrol y disciplina. Acertaron. De
vez en cuando me estreso si no tengo el celular en mi bolsillo o cuando se
descarga muy rápido. Me enojé con mis papás cuando me cortaron mi línea de
datos móviles ya que me quedaba incomunicado al ir por la calle.
Una nueva teoría que me
platicó mi abuelo se base en que no la halla como una adicción, más bien una
extensión del ser. Lo explicó como un fenómeno que ocurre cada vez más seguido.
Tal vez en la prehistoria, los mayores pegaban un grito al cielo cada vez que
los novicios prendían fuego y se maravillaban de su incandescencia. Esto se
repite porque somos evolutivos. Nunca estamos quietos ante las nuevas
posibilidades; se nos presenta como un principio epistemológico para crecer
como comunidad. “La humanidad puede soportar la pérdida de todo; sus posesiones
pueden ser rechazadas sin infringir su verdadera dignidad, menos la posibilidad
de mejora”[8].
Otra aceptación se
sienta sobre prejuiciosas afirmaciones que nos convierte en unos buenos para nada. Los seguidores de esta
ideología ubican a la generación sobre un plano de desconfianza y lejanía.
Somos planteados como intelectos extraños, amansadores del porvenir y atarantados
por las acciones básicas. Nos tachan como amantes de los brunch´s, prosélitos del feminismo y alcohólicos anónimos de los machiattos tamaño venti sin mucha espuma, leche de almendras (porque #veganlife) y un shot de sirope de vainilla, servidos en vasos hechos de cartón
reciclado que recaudan para los afectados del atentado natural o social más
reciente. Tendemos a unirlo con el consumismo, así lo afirman muchos, “todo en
nuestra sociedad está ligado al consumo fácil, al consumo como norma para
acceder a la felicidad y ser socialmente
aceptado/a”[9]. Contradecir esa declaración correspondería a
algo necio, pero no todos moran como consumistas.
Más que una ironía, se
manifiesta como una malinterpretación de los sucesos. Los vemos como hábitos
que abundan, pero no imperan. Me parecen comentarios generalizadores causantes
de desaliento; la repetición irracional llega hasta el subconsciente para
colocar un “gusanito”, siempre presente, quien recuerda que gran variedad de
personas no creen en ti por encontrarte en un rango determinado de edad. Aunque
yo haya cometido los pecados mencionados en repetidas ocasiones, lo admito con
orgullo, porque simboliza el trasfondo de los movimientos que causan confusión
entre nosotros. Los actos aportan un recordatorio de quiénes fuimos y para qué
respiramos. Twain redactó, “ningún hombre se puede sentir cómodo sin su propia
aceptación”[10].
¿Por qué sentirme avergonzado por usar el celular y surfear por el inconmensurable internet? Ese lío entre mis ideas me
dio una razón para escribir este ensayo, desde el día del globo terráqueo ya
nada ha sido igual. Aprendí a navegar.
Relaciones
inter(net)personales
¿En
qué momento aprendimos a navegar y dejamos de hablar? ¿En qué momento todos se
volvieron capitanes de su propio barco? De repente, miramos esclavizado al
celular. Una pantalla ennegrecida crea la ilusión de apego. Convierte a la
comunicación en mensajes vacíos llenos de seudo emociones pintadas en formas
mecanizadas del rostro humano. Los psicólogos se especializan más en el
análisis del código afectivo QWERTY que en el transmitido por los hoyuelos y la
comisura labial. Emula a una historia que pareciera ficción. Las teclas
transmiten el mensaje y la boca cesa para conformarse con monosilábicos. En las
redes sociales, se crean bandos y guerras. Algunos se levantan abrumados al
sonar del pitido de las notificaciones por las incontables opiniones en la
supuesta libertad de los muros electrónicos.
En un espectro
psicológico, se nos describe:
Son producto de una
crianza muy estimulada, con mucho reconocimiento y grandes posibilidades de
cambio. […] Así, entonces, su forma de divertirse es con internet,
celular, y videojuegos, todo junto y al
mismo tiempo. Su poder de realizar varias tareas simultáneamente (capacidad multitasking) lo trasladan también a
toda su vida. […] Si nos detenemos a observarlos, descubriremos a los niños
pendientes de los mensajes en su MSN, hablando por celular oralmente, o a
través de mensajes de texto, escuchando música que bajan de algún programa de
computadora […]. A veces esa conducta de atarse a los medios reemplaza la vida
afectiva y las relaciones personales, transformándose de esta manera el deseo y
la curiosidad en una necesidad de estimulación. [11]
Resulta fascinante el hecho de
volvernos sujetos de estudio muy complejos para esta rama médica. El trastorno
en la vida colectiva se compara con máquinas, programadas para hacer dos o tres
acciones por vez. “Viven golpeando teclas, haciendo varias cosas a la vez, actuando
hasta que se les indique explícita y detalladamente: ¿se transfiguraron en las
nuevas máquinas?”[12].
Al parecer no existe cura alguna. Moramos con nuestra extensión de la mano, tal
como película de ciencia ficción. Sin embargo, nos perciben más útiles que
nuestros antecesores, los millennials. Una
clara diferencia se encuentra en lo siguiente:
Al mismo tiempo, se
muestran más emprendedores (el 72% de los estudiantes de
secundaria desean iniciar un negocio algún día y el 61% preferiría ser un
empresario a un empleado tras salir de la universidad, según un estudio realizado
por Milenario Branding), pese a estar en este estadio tan temprano de sus
estudios. Más de tres cuartas partes desean
convertir sus aficiones en empleo a tiempo completo. Quizá por eso
también los de la generación Z se muestran más dispuestos a querer
cambiar el mundo. De hecho, 6 de cada 10 aseguran que quieren tener un
impacto en el mundo, en comparación con el 39% de la generación del milenio.[13]
El pronóstico nos ve con ojos
ambiciosos, con mentalidad dirigida a satisfacer una vida lujosa y con una
educación lozana, debido a la progresiva demanda de preparación profesional. En
general, las investigaciones y las predicciones en torno a nosotros resultan en
datos muy variados por el factor de la individualidad. Ese valor tiende a
vincularse con el tema ya que el sentido de la palabra amigo no se define por una simple oración. Tal concepto deriva en
dos connotaciones. La primera refiere a las personas con quienes se trabaja
para concebir streaks al mandar una
foto o video diario, sin errar. También alude a los contactos favoritos en WhatsApp
o a quien nos siga en Twitter. Por
otro lado, existe el segundo matiz, aquel que se limita a una o dos almas
reales: se cuentan secretos, hablan de sus gustos, sueños y miedos; comparten
historias y se relatan desamores. Aunque no siempre se puede tener ambos.
La vida no se estanca.
Charles Darwin lo afirmó así en el siglo XIX, “no es la especia más fuerte la
que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”[14].
Este proceso paulatino se ve acelerado por los avances humanos en todos los
aspectos. Las ideas vuelan a velocidades exorbitantes, así se producen los
fenómenos sociales característicos.
En lo personal, prefiero
mejor ver YouTubers que a actores
cuyas existencias se determinan por características tan hollywoodenses. Los primeros se presentan como personas comunes y
corrientes, quienes supieron agarrar una cámara, entumecer sus inseguridades
para dejar un legado permanente en la vida de todos sus suscriptores. Me he
dejado abducir hasta el punto en que prefiero pasar una tarde entera ahí que
salir al cine, pero conseguí algo a cambio: me introdujo a una visión más
abierta sobre la religión, la sexualidad, el amarillismo, la empatía, el amor y
la vida.
Lo
anterior me lleva a analizar el tiempo invertido en los distintos sitios web.
En lugar de salir al parque, vemos a nuestros amigos en el mapa de Snapchat; los famosos ya no tienen que
ir al programa Hoy para soltar sus
secretos, ahora sólo basta con subir un video sobre “50 cosas sobre mí”, “Tag del novio” o “Tenemos que hablar”
(estos últimos me ponen en duda si seguir mi promesa de evitar el click-bait). En el momento en que las compañías celulares
sacaron al mercado los nuevos productos de telefonía móvil con cerebro, explotó
la bomba. Einstein había advertido, “temo el día en
que la tecnología sobrepase a la humanidad y el mundo tenga una generación de
idiotas”[15].
Bajo la crítica de muchos, parece tonto
mandar mensajes cuando la otra persona habita al lado o comprar el mandado por
internet. Lo encuentran como una pérdida de dinero adquirir un modelo de smartphone útil (la mayoría de las veces
llega a costar muy caro). Los juicios aumentan si se suma a la ecuación un
individuo de corta edad. Los mayores argumentos existentes para esos casos
residen en cuestionar el uso que se les va a dar; sobre si sólo van a usarse
con el fin de abrir las redes sociales y holgazanear. Inclusive hay quienes
viven con la paranoia de ser espiados o manipulados, por lo cual comprar un
nuevo celular resulta una tarea imposible.
La automatización regala un sinfín de posibilidades para el desarrollo
del ser humano, porque las tareas repetitivas y agotadoras son hechas por
robots. Un artículo afirmó, “(la automatización) deja lugar para lo que mejor
hacen los humanos, trabajar en situaciones que requieren subjetividad y juicio”[16].
Por lo cual, favorecen a la rapidez y facilidad de bastantes procesos. Dimos un
primer paso con las aplicaciones como WhatsApp,
Messenger, Gmail y Outlook porque
una pequeña horda de unos y ceros puede viajar al otro lado del planeta en
cuestión de segundos. Han salvado vidas, recuperado rehenes y acercado a
quienes les afecta la geografía.
Las relaciones sociales se transforman como nosotros. Por mero uso de la
razón: si las casas ya no se construyen igual, si los niños ya nacen sin muelas
del juicio, si la música se vuelve irreconocible comparada con la de hace tres
siglos, ¿por qué el arte de la conversación y la interacción se quedaría
estático? Un experto en las TIC escribió una frase en uno de sus libros
para luego publicarla en Twitter,
acto iniciador de una mesa redonda muy inteligente; la cual me dejó con grandes
verdades y lagunas. Decía, “en internet, el cambio es tan trepidante, que
tienes que desaprender lo que ni siquiera has llegado a entender”[17].
La cita no me transmitió tanta inspiración; en cambio, los debates en la
sección de respuestas me
proporcionaron la perfecta ejemplificación del tipo de comunicación que se
prefiere. Aunado a eso, había una dicotomía en cuanto a la veracidad del
comentario y en torno a su filosofía
sobre la rapidez de aparición y salida de los objetos en el presente. Un
ejemplo muy claro: las modas. Hace 4 años, los videos de risa o las noticias
controversiales duraban en el centro de atención por días, incluso semanas.
Caso contrario ocurre ahora, la sobrecarga de información trae consigo el
desapego del interés y el momento de auge. No sería de extrañar si así
ocurriera en los jóvenes: los datos transitan como peatones en una urbe; el
foco de atención se dilata para que se pueda captar más, pero entender menos.
Si se critica a las nuevas técnicas de conexión entre personas, ya que
los menores no acostumbran las cosas como antes; imita cuestionar al cambio en
sí. Parece cierto, mis pares y yo no fuimos hechos para este mundo, ni para el
anterior, sino para el que nosotros mismos nos vamos a construir. “Mucha gente
pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar al mundo”[18].
Fuimos la gota de agua en el meteorito vagabundo entre galaxias y vacíos que
por una causalidad azotó contra el manto terrícola. Atravesamos océanos en
busca de oxígeno. Al ponernos de pie, tomamos la iniciativa de cruzar hasta la
otra rivera. Trazamos mapas e iniciamos guerras. Hubo libros, pinturas y música
que reconfortaron al alma cada vez que todo parecía perdido; sin embargo, sólo
la metamorfosis reside en la inmortalidad. Por tanto, nos fugamos de la muerte
al no estancarnos.
Capítulo 3
¿La
nueva década de las luces?
— ¿Se figura usted que está loco?
La señorita Maudie sacudió la cabeza.
—Si no lo está, a estas horas debería estarlo. Nunca sabemos lo que de
verdad les pasa a las personas. No sabemos qué sucede en las casas, detrás de
las puertas cerradas, qué secretos…[19]
Una simple mirada al
pasado, de manera específica al siglo XVIII, y descubriremos un periodo que
marcaría para siempre a la historia. Una simple pluma sostenida de los dedos de
filósofos mineros del mundo intelectual creó una revolución llegadora a las
mentes de miles de ciudadanos, no sólo de Europa, sino del mundo.
La ilustración es la salida del hombre de su condición de menor de edad
de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad es la incapacidad de
servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro. Uno mismo es
culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no radica en una
falta de entendimiento, sino de la decisión y el valor para servirse de él con
independencia, sin la conducción de otro.[20]
Una posibilidad
transmite que la Ilustración nunca acabó. Creció sosegada en el hemisferio
central nutrida de cultura. Floreció con nosotros. Se amamantó de Montesquieu,
se irradió con los Curie y se alzó en vuelo con Martin Luther King. En la
actualidad, gracias al ilimitado acceso a la comunicación, se replica en cada
uno de nosotros, en cada singularidad existe una cantera sin explotar.
Los nuevos afilosofados no se perfilan como grandes intelectuales; en
cambio, usan su voz para defender nuevos movimientos que salvaguardan la ética
para un desarrollo más justo para todos. Las minorías ya tienen acceso a
expresar su opinión sin ninguna restricción de los medios tradicionales; además,
las plataformas usadas crean una influencia masiva sobre toda clase de personas.
Por si fuera poco, cada vez más empresas se encuentran a favor de las muchas
razones por que se lucha. En consecuencia, cualquier usuario de estas redes
sociales logra ampliar sus horizontes, explorar nuevas corrientes que lo
llevarán a nuevas expectativas y valores. A mí me enseñó lo que ni cuestionaba
y me hizo cuestionar lo que me habían enseñado. Me formó como persona: mis
locuras, honores e inseguridades.
Espejo negro
En una de
las series más aclamadas del momento, Black
Mirror, nos adentramos en un
universo paralelo (o futuro) de la raza humana. Llevan el auge desmedido de la
tecnología a situaciones hipotéticas, cuyo sentimiento oscuro y tenebroso se da
hasta en las escenas diurnas. Una mirada sombría llena de colores vivos
producidos por pantallas LED. En este punto me bifurco: por un lado, la
inclusión de los teléfonos en la vida diaria me parece innovador y valioso en
una sociedad exigente de ello; por el otro, me cuestiono, ¿la dependencia
alcanzará niveles como los de la serie?
En un libro, encontré un retazo de texto que me hizo pensar, sin querer,
en la dependencia al celular:
Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero
sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera
soñarían en escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que
gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.[21]
La interpretación me
lleva a pensar que, en numerosas ocasiones, abusamos de la practicidad que se
nos brinda a través de prismas rellenos de chips
y fibras. Nos retenemos por horas sin discutir el porqué. Mis papás me
hacen reflexionar en torno a mi tiempo en este mundo y cómo lo quiero aprovechar. Dumbledore me
susurró un día, “tu incapacidad de comprender que hay cosas peores que la
muerte siempre ha sido tu mayor debilidad”[22].
Uno de mis peores miedos en la vida se basa en que ésta haya pasado y yo
sólo me esmeré en ignorarla. Todos los días tengo la nota mental de dejar a un
lado mi teléfono. Comencé cuando Fa, una booktuber
regia, recomendó usar Facebook
por 10 minutos al día. No creía que tantos instantes eran hurtados, hasta que
indagué para encontrar los resultados del uso de batería. Mi problema reside en
mi mala práctica de dejarlo encendido. Las manecillas del reloj juegan a las
carreras mientras los iones de litio inmersos en la cajuela telefónica se
desgastan por mantener centellante a la pantalla. Por lo cual, al voltear a
verlo, siempre hay un meme o un cuestionario de Buzzfeed a mi espera. Y me dejo atrapar.
La
clara postura defendida por todos los que conozco expresa límites entre
aprovechar y abusar. Mis contemporáneos acceden en conocer, aplicar y valorar
los avances científicos; sin embargo, no significa cruzar un portal a la
tremenda locura. Aunque creo que cada vez se vuelve más difícil mantener un
estatus relajado ante los celulares. Al ver uno, preguntamos qué modelo
aparenta, si rinde, etc. ¿Acaso existe la posible que esas barreras se hayan
tergiversado con el tiempo? ¿Celuvivimos?
Un
aspecto tajante en el desarrollo de la civilización recae en la distribución de tareas a los
otros, por ejemplo, a los menos privilegiados, a los animales o a la
maquinaria. Ganamos experiencia en cómo dominar y perdemos un cachito de autonomía. Un día sin
electricidad significaría la catástrofe de las bolsas de valores, de los
cirujanos, de los cajeros y secretarias al verse forzados a parar. A la vez,
esa misma dependencia nos beneficia al manufacturar invenciones nunca antes
vistas o necesitadas. “Internet ha convertido lo que era un mensaje contralado
y unidireccional, en un diálogo en tiempo real con millones de personas”[23]. Forma parte del espectro humano determinante
para liberarse de la ignorancia, el peor de sus males. Las tecnologías nos
individualizan en el todo cibernético. Los cables y las ondas remplazan los
lazos entre personas físicas para llevarlos a nuevos niveles. En ellos, nuestra
responsabilidad será aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen. No podemos
ignorar el hecho de que la ciencia y la tecnología invadieron cada aspecto de
nuestra vida; no tenemos la habilidad de correr de ello, sino sacarle el lado
positivo para revolucionar a la especie y a todo lo que existe en el mundo.
Sobre sexualidad y otros tabúes
“Entender
la sexualidad es tan ancho como entender el mar”[24].
En mi experiencia como navegante de
los ceros y unos, hallé utopías literarias sobre el género y su independización del sexo biológico. Otro día me topé
con una página dedicada al estudio y difusión sobre el proceso de dualidad en
que nos encontramos, donde montonales de estudios y publicaciones me adentraron
en la búsqueda infinita para entendernos a nosotros mismos.
Conforme
avanza la controversia del feminacismo, el
feminismo y el machismo, la desinformación y la confusión entran como
protagonistas para actuar en la ópera del siglo. Yo recuerdo que en un
principio, los artículos abordaban asuntos relevantes y actuales. Buscaban la
equidad a través de la lectura. En un punto, el Titanic se hundió; ahora flotan trizas provenientes de mujeres que
tratan de opacar u otras que luchan por el “feminismo” después de haber pedido
permiso a su esposo.
En
mi concepción, idealizo al feminismo (de manera específica, el de tercera ola)
como una fuente para una mejor convivencia mediante acciones que desaparezcan
las etiquetas de la sociedad. Pienso que la sociedad categoriza porque así se
convierte en más fácil de ver y entender, pero en un algoritmo más abstracto
permitiría más libertad. Estamos enfrascados sin siquiera saberlo; presurizados
al vacío por el sistema educativo actual y con pocas esperanzas de salir. Emma
Watson lo proclamó en un discurso, “cuando mi imagen empezó a ser sexualizada
por los medios, o mis amigas no querían unirse a los equipos deportivos que les
gustaba o cuando mis amigos hombres no expresaban sus sentimientos, decidí que
era una feminista”[25].
La generación Z puede llegar a quebrarlos.
Me
parece ridículo pensar en dos: masculino o femenino. A los hombres se les debe
pagar más porque son el sostén del hogar y las mujeres deben encargarse de la
cocina y de los hijos. Los hombres no expresan lo que sienten, debe de
aparentar rudeza y seriedad. Las mujeres deben de sonreír y procurar
delicadeza. Aquí aparece un término que me enerva, estereotipos. Todos esperan algo de ti; todos parecen pendientes de
lo que haces y se les disgusta algo, empiezan las críticas. En cambio, si te
encuentras en una situación desfavorable, nadie se ocupa. La sociedad es un
cadillo que cualquiera va a portar por el resto de su vida. Lo que busca no es
que seamos felices, sino presos de sus deletéreas generalizaciones. Lo
impugnado se debe relatar a sottovoce y
lo que no cuadra dentro de los parámetros, se debe censurar.
Todo
comenzó desde el día en que las relaciones sexo-genitales impusieron un toque
de queda. De alguna manera, las palabras “pene” y “vagina” se convirtieron en
conceptos vulgares y morbosos. Si gritara “¡Pierna!” en un supermercado nadie
se asustaría, tal vez me preguntarían que cuántos kilos llevaré, mas no pasaría
de ahí. En cambio, si exclamara “¡Pene!”, recibiría miradas confusas y risas
envueltas en un contexto de temor e ignorancia. Por lo anterior, la educación
sexual debería deslumbrar entre las prioridades del gobierno, ya que no lo
pienso posible ni maduro morirse a carcajadas por preguntar a los maestros si
ya probaron las panochitas yucatecas.
No posee lógica el buscar sexualizar actividades sin conexión; mofarse con el
nombre de una actriz porno ni condenar la pornografía lícita. De manera
errónea, creemos que la sexualidad debe empezar ya cuando una persona tiene
madurez, mas se debe de cuidar la prudencia. Encuentro cierto lo que dijo Freud,
“las primeras nociones de la sexualidad aparecen en la lactancia”[26].
Nos
crían rodeados de sofismas que dictan normas de cómo comportarse al seguir la
moral. El azul y el rosa eran rasgados para diferenciar a las personas; aunque,
en los últimos años se vio que danzan e intercambian hilos. Rompen el hielo de
lo antediluviano para adaptarse a los nuevos movimientos. Cuando busco una
explicación al género, las ideas se caracterizan por ser abstrusas. Tal vez
nunca comprenda cómo funciona, mas yo lo vivo. Defenestro aquello que me
limita. Timoneamos un barco común; las olas de la ignorancia azotan por
estribor y la marea de lo desconocido, por babor. Como entes desarrollados
estabilizamos aquel vaivén al vivir y dejar vivir.
Cada vez, se abre más la mente y los tabúes
mueren. Gracias a la gran aceptación y difusión por parte de los influencers, muchos jóvenes y niños
logran obtener información de una manera más directa y objetiva; lo que quita
los miedos, las viejas tradiciones y el morbo. En las plataformas masivas, se
colman de multimedia especializada. Nosotros, los adolescentes, rebosamos de
información; la suficientes para conocer los pequeños detalles, vivencias e
ideologías para prosperar como entes más éticas y libres.
Política, globalidad y futuro
“Si ustedes los jóvenes no asumen la
dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselo. ¡Nadie!”[27].
Un hombre hizo un llamado a la política boliviana del siglo pasado debido a la
poca participación juvenil en las elecciones. De hecho, para esa cita atesoro
uno que otro pensamiento.
En
primer lugar, la falta de motivación y apego hacia la política por parte de los
más chicos se volvió un aspecto innegable en todo el mundo. Me parece
importante atenderla, pero tediosa de entender. En el sufragio que tomará lugar
en junio, entre los candidatos centrales se encuentra un priista (al parecer, en estos tiempos equipara a un pecado), un
pelón despilfarrador de dinero, un comunista hambriento de poder y la esposa de
uno de los presidentes más odiados de la historia. ¡Me da gusto que aún no
tenga la obligación ciudadana de ir a votar! El ambiente moldea una tensión
manipuladora. Los partidarios defienden a capa y a espada a su candidato. Internet
es la sede de las mejores peleas, abundantes de rumores, insultos, argumentos
mal sustentados y vendidos. Un medio
publica que López Obrador se alió con Rusia (lo que me causa pavor y un deseo
que no llegue a la cabeza del poder ejecutivo). Otro desvalora a Anaya al
publicar sus lujosos viajes, lo que provoca un enojo por parte de los panaderos. Y así con cada uno. Al final,
comunica uno de los males de la libertad de información.
Huimos
de las tareas para adultos para
hibernar en nuestro cascarón. Se hicieron fórums y campañas para incentivar a
los jóvenes (como los priennialls, hasta
la fecha me río). Lo más probable apunta a que saldremos a ejercer nuestro
derecho; lo espera el pueblo, la sociedad. Aunque, en una predicción efímera,
no votaremos; los partidos de izquierda se muerden las uñas por los votos nulos
y los de derecha caen ante el deceso de todos sus diligentes. Las nuevas generaciones marchan hacia un
planeta incierto; preparado y temeroso de nosotros.
En
segundo lugar, yace la magnífica visión de la globalidad. La palabra país no genera gran relevancia en esa declaración. La globalidad, para no confundir ni
crear ambigüedades, responde a la interconexión intensiva de los últimos años;
transmisora de un mensaje de paz y cooperación entre naciones, quienes compiten
para ver cuál es la mejor y explotan recursos de los países en vías de
desarrollo. La mayoría firma acuerdos para mejorar a nuestro planeta, pero no
los siguen. Piden a gritos la expulsión de inmigrantes y no son considerados
con el medio ambiente. Una petición ascendente consiste en inculcar el término ciudadano global. A mí me parece una
grandiosa proposición ya que simbolizan un nuevo alcance para la solidaridad y
multiculturalidad.
Tal
vez en un punto del futuro ya no existan países, sino un mundo unido. Las
fronteras se diluirán ante la migración y el intercambio cultural. Es cierto
que tales barreras simbolizan un impacto económico y político sobre el control
de masas, pero no deberían frenar sueños por motivos de discriminación y
xenofobia. Con la cultura de una ciudadanía global, encontraremos el futuro de
la convivencia humana. Los continentes y los océanos no frenan la expansión;
las personas no se limitan a una nacionalidad; no son mexicanas, ni argentinas
ni británicas: sólo personas. Inclusivo hay una creciente cantidad de gente
imposible de catalogar en regla política.
Las culturas ya no son reservadas, sino fusionadas. Lo podemos ver en la
comida, en las celebraciones, en los personajes icónicos y en nuestra propia vida. Según recuerdo de
mis clases de Historia Universal, esta oleada aterrizó al término de la Segunda
Guerra Mundial y se intensificó con la caída del Muro de Berlín. Asimismo, los
atentados terroristas, los secretos de estado limitadores de la total
honestidad de los gobiernos y la exposición de las condiciones de vida de cada
rincón del globo han fungido como motores para este movimiento. Los silenciados
ahora manifiestan sus pesares y alegrías con unos cuantos caracteres publicados
en línea
Capítulo 4
Trascendencia y filosofías finales
Una frase que traspasó las barreras
del tiempo (hasta mi mamá la dice) consiste en ensañarnos que los humanos
movemos al mundo con nuestras acciones y actitudes: “Las cosas no cambian,
cambiamos nosotros”[28].
Aunque resulte influida por el antropocentrismo; sin la especie humana, nada
sería igual.
Hace
unos días, busqué en BestBuy productos
tecnológicos. Al estudiar las características, me sorprendí. La competencia
lleva a las compañías a exagerar en sus artículos: cámaras resistentes al agua,
resolución de 200 DPI, con algoritmos rendidores de memoria, cubiertas de
plásticos de dureza extrema y con lentes
de diamantes. Otro reportaje de Pictoline
anunció que en China ya se clonó al primer mono. “Esta es la primera vez
que se clona a un primate […] Aunque técnica y legalmente aún falta mucho para
que la clonación humana sea realidad, para muchos investigadores estamos cerca
de lograrlo”[29].
Me cuestiono si ya nos asentamos en el futuro, pero no. Moramos en la época de
la libertad científica llena de cuestiones éticas a resolver. ¿La humanidad
podrá, antes de mi muerte, teletransportarse o clonarse?
La
tecnología es nuestra niñera. Nos entretiene, nos ayuda con la tarea y nos da
pauta para poder hablar con nuestros conocidos. Detiene el tiempo por horas sin
siquiera notarlo. Hizo su trabajo: nos volvió rebeldes, nos presentó ideas
revolucionarias y nos dominó. Le siguió los pasos a sus abuelas: la televisión,
la radio y la imprenta. Cada día nos acaricia los sentidos, hasta que un día nos
transfigure en apolíticos, más consumistas, celuzombies;
sin embargo, nos bautizará como comunidades con más equidad de género, más
calidad de vida y más intercomunicación. “A los jóvenes les pido que sean
transgresores, opinen. La juventud tiene que ser un nuevo punto de inflexión”[30].
Aquello se convertiría en una de las últimas frases que un político argentino
pronunciaría en público. En ella exalta a no conformarse, a levantarse del
asiento y luchar. A aprovechar el día y mover al mundo. Todos lo deberíamos
hacer; un paso a la vez, una opinión a la vez, un día a la vez. Con las nuevas
herramientas, nada es imposible. La generación Z existe en un panorama lleno de
mejoras y retos; rodeado de nuevas ideologías para ampliar nuestro punto de
vista. Así nos encaminaremos hacia un mejor espacio.
El
mañana me intriga. Mi cabeza da vueltas al tejer las gigantes oportunidades. Por
ello, enfaticé en los tres temas significativos en las transformaciones
culturales. Descubrí que no somos extraños y ajenos a nuestros antepasados,
sino una cadena de manos. Nos cautivan con los consejos y la sabiduría para que
nosotros los saquemos a la luz en estilos inéditos. Una misión de nuestros
padres reside en nuestra búsqueda de la felicidad. Nos retan a respirar y a
aprender todos los días. Somos hijos del pasado que rompen telas, se abren su
camino como Moisés y engrandecen el sentido humano. Cada generación lo ha hecho
a su manera. Ahora, nos pertenece el turno.
[1] Di Lucca, S. (2016). El comportamiento actual de la Generación Z
en tanto futura generación que ingresará al mundo académico. (Tesis de
maestría, Universidad de Palermo). [En línea]
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(2018). “Ctrl + China”. [En línea] Consultado el 28 de enero de 2018 en
https://twitter.com/pictoline/status/956695924880891904
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