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martes, 7 de mayo de 2013

A propósito de la Eneida / Énder Velarde García


A propósito de la Eneida
Énder Velarde García
4º semestre de preparatoria

Quien siempre dice la verdad, puede permitirse tener mala memoria.
Theodor Heuss

Los romanos no fueron los únicos ni los primeros en inventar una historia.
Los niños pequeños son verdaderos artistas. La imaginación desbordante propia de la edad les permite crear mundos en contextos de lo más variados. Recordemos los juegos de los cuales éramos partícipes hace algunos años.
Las mentiras brotaban como mala hierba. ¿Cómo era posible inventarse guerras de LEGO, duelos Yu-Gi-Oh!, batallas Pokémon y demás aventuras de la época?
Otra pregunta sería, ¿por qué lo hacíamos?
El psicólogo Charles Fernyhough, de la Universidad de Durham, señala que los LEGO están compuestos de un material que no representa nada, a partir del cual se crean cosas que sí representan, como personajes, herramientas u objetos.
Es por ello que a los niños les gustan los LEGO.
Por eso de niños mentimos tanto, o en otras palabras que casi suenan a poesía, adornamos la realidad.       
Otros ejemplos.
Los seudónimos que utilizan los escritores al publicar sus obras, los músicos al firmar sus canciones y hasta los poetas callejeros al inventarse muros, son utilizados para ocultar identidades, pero también para crear sellos personales o marcas de prestigio.
¿A quién le interesan dos sujetos llamados Ronald David Wood y Michael Philip? Pero a qué músico o conocedor de la música no le interesan Ronnie Wood y Mick Jagger (The Rolling Stones). El nombre de la banda, y hasta los nombres de los tipos, atraen pensamientos muy distintos a los que traerían los nombres de un tal Ronald David o Michael Philip.
Crearse una historia, un origen mítico, una familia famosa, puede resultar dificultoso. El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera, dijo Alexander Pope.
Es cierto que si queremos ser más grandes, tendremos que cargar con más información, historias entrelazadas y secretos de por vida.
No está de más soñar o ilusionarse un poco. No sería grato no dedicarnos halagos de vez en cuando. Hace sentir bien, con aires de grandeza, se abren caminos y puertas. Si los romanos lo hicieron, por qué habríamos de detenernos.

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