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martes, 28 de mayo de 2013

Botón botón / Richard Matheson / Iván Martín Flores Jaramillo

            En clase leímos “The box”, un texto de Richard Matheson,
            En “The box” se relata una historia donde una chica recibe una invitación para ser rica apretando un botón, cuando el dispositivo que consiste en una caja con un botón dentro de ella, es accionado, alguien en el mundo muere, un desconocido, a cambio, el asesino recibe cincuenta mil dólares.
            La chica del cuento está casada, su esposo al darse cuenta de esto, le dice que no lo haga, que a pesar de sus necesidades no está bien asesinar a alguien por dinero.
            La chica hace caso omiso a su esposo, oprime el botón, al poco tiempo de haberlo hecho recibe una llamada, su esposo había muerto en un accidente, el seguro de vida se duplicaba y ella obtuvo cincuenta mil dólares.
            La última frase del texto, “¿en verdad cree que conocía a su esposo?”
            Me parece una historia fascinante, es realista, la gente tiende a darle mayor importancia al dinero, ¿por qué razón? Aún no lo sé bien, supongo que creen en la burda idea en que la felicidad se basa en el dinero.
            Para mí, es una estupidez, con el dinero hay cosas que no se pueden conseguir, por ejemplo, la vida, la salud, el amor incondicional de las personas ni momentos inolvidables junto a buenas personas.
            ¿De qué sirve tanto dinero si no se puede ser feliz? Pobres de los ignorantes que confían en la felicidad tan banal que brinda el dinero.
            Analizando un poco más la historia, me percaté de la fama de tentadoras que tienen las mujeres, además de su curiosidad desmedida.
            Como Adán y Eva, el hombre trata de evitar su destierro del Edén, pero la mujer logró convencerlo y así, comieron su desgracia. Hay muchos ejemplos más en la biblia, pero no terminaría mi trabajo a tiempo.
            Para concluir, la mujer del difunto hablaba de muertos asiáticos, desconocidos al fin, jamás pensó en que su esposo sería el desafortunado.

            Nunca terminaremos de conocer a las personas, incluso ni a nosotros mismos, por más que juremos hacerlo, jamás conoceremos a las personas por completo.

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