Bye Bye Love de Parménides García Saldaña
José Armando Salcedo
4º semestre de preparatoria
Ayer vi en Facebook una imagen
interesante. Se titulaba “Redes sociales clásicas”. Bajo el título encontrabas
un escritorio de oficina dibujado, con muchos objetos y secciones que
simbolizan cada uno a una red social actual. La agenda telefónica, es Facebook.
¡Hace cuanto tiempo no veía una de esas! Que yo recuerde, solo mi abuela usa
una al cien por ciento.
Una ventana aparecía sobre la
pared. YouTube, era su etiqueta. Tiene sentido. La vida puede ser vista como
una larguísima película, sin las explosiones espontáneas de Hollywood, ni un
control remoto disponible. Cualquier referencia con Adam Sandler es mera
coincidencia. El protagonista principal es el individuo mismo, como seguramente
has escuchado varias veces durante la materia de inteligencia emocional.
Encima del escritorio, un teléfono
representa a Skype, el recién sucesor de Messenger, en el cual invirtimos horas
chateando, hasta cuando emigramos a Facebook.
Yo no me comunico muy seguido a
través de telefonía. Mis conversaciones por teléfono tienden a durar menos de
dos minutos, solo excediendo tal límite charlando con parientes lejanos. El
chat y los mensajes de texto se han encargado de alejar la función básica de
voz de un teléfono a unos cuantos usuarios.
¿Cómo imaginan hallar Twitter en
el escritorio? Si respondieron “Post-in´s” o notitas amarillas están en lo
correcto. Ahí caben a la perfección 140 caracteres. Los marcos con fotografías
de tu familia o el gato emulan a Instagram, un globo terráqueo a Foursquare,
las tarjetas de presentación y el currículum vitae a LinkedIn, y los cuadernos a
varios blogs en línea.
Confusión fuera. ¿Cuál es mi
punto? Con el pasar de los años, muchas cosas cambian: la decoración,
presentación, forma, vía, contexto. Pero su núcleo mantiene su esencia principal.
Nuestros antepasados cazaban su presa antes de la hora de comer, y aprovechaban
todo el animal: resultando en armas, comida y pieles. Nuestros contemporáneos
cazan una orden de tacos, visten pieles de moda, y utilizan sofisticados
artilugios. Los núcleos citados son la alimentación, tecnología y vestimenta;
evolucionaron, pero persisten.
En el texto leído observamos un
fenómeno similar, con cincuenta años de diferencia. El recién formado noviazgo inició
durante una fiesta, punto aún común para declarártele a tu enamorada o
enamorado. La charla por teléfono me pareció absurda, muy forzada a iniciar
conversación. He visto algunos noviazgos, y en muchos de ellos se divierten con
cosas ridículas, inmersos entre el mar de drama hiperbólico. Aunque tal vez no
soy el indicado para criticar a tantos tórtolos deambulando por ahí. Ni
siquiera he llegado a experimentar un noviazgo tan potencialmente efímero como
el del texto. ¡Vaya ironía!
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