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miércoles, 8 de mayo de 2013

Leí Bye Bye Love de Parménides García Saldaña / José Armando Salcedo


Bye Bye Love de Parménides García Saldaña
José Armando Salcedo
4º semestre de preparatoria
Ayer vi en Facebook una imagen interesante. Se titulaba “Redes sociales clásicas”. Bajo el título encontrabas un escritorio de oficina dibujado, con muchos objetos y secciones que simbolizan cada uno a una red social actual. La agenda telefónica, es Facebook. ¡Hace cuanto tiempo no veía una de esas! Que yo recuerde, solo mi abuela usa una al cien por ciento.
Una ventana aparecía sobre la pared. YouTube, era su etiqueta. Tiene sentido. La vida puede ser vista como una larguísima película, sin las explosiones espontáneas de Hollywood, ni un control remoto disponible. Cualquier referencia con Adam Sandler es mera coincidencia. El protagonista principal es el individuo mismo, como seguramente has escuchado varias veces durante la materia de inteligencia emocional.
Encima del escritorio, un teléfono representa a Skype, el recién sucesor de Messenger, en el cual invirtimos horas chateando, hasta cuando emigramos a Facebook.
Yo no me comunico muy seguido a través de telefonía. Mis conversaciones por teléfono tienden a durar menos de dos minutos, solo excediendo tal límite charlando con parientes lejanos. El chat y los mensajes de texto se han encargado de alejar la función básica de voz de un teléfono a unos cuantos usuarios.
¿Cómo imaginan hallar Twitter en el escritorio? Si respondieron “Post-in´s” o notitas amarillas están en lo correcto. Ahí caben a la perfección 140 caracteres. Los marcos con fotografías de tu familia o el gato emulan a Instagram, un globo terráqueo a Foursquare, las tarjetas de presentación y el currículum vitae a LinkedIn, y los cuadernos a varios blogs en línea.
Confusión fuera. ¿Cuál es mi punto? Con el pasar de los años, muchas cosas cambian: la decoración, presentación, forma, vía, contexto. Pero su núcleo mantiene su esencia principal. Nuestros antepasados cazaban su presa antes de la hora de comer, y aprovechaban todo el animal: resultando en armas, comida y pieles. Nuestros contemporáneos cazan una orden de tacos, visten pieles de moda, y utilizan sofisticados artilugios. Los núcleos citados son la alimentación, tecnología y vestimenta; evolucionaron, pero persisten.
En el texto leído observamos un fenómeno similar, con cincuenta años de diferencia. El recién formado noviazgo inició durante una fiesta, punto aún común para declarártele a tu enamorada o enamorado. La charla por teléfono me pareció absurda, muy forzada a iniciar conversación. He visto algunos noviazgos, y en muchos de ellos se divierten con cosas ridículas, inmersos entre el mar de drama hiperbólico. Aunque tal vez no soy el indicado para criticar a tantos tórtolos deambulando por ahí. Ni siquiera he llegado a experimentar un noviazgo tan potencialmente efímero como el del texto. ¡Vaya ironía!

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