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lunes, 13 de mayo de 2013

La caja de Richard Matheson / Miguel Ángel García Compeán


¿Por qué creamos arte? ¿Por qué creamos historias? ¿Por qué creamos mundos?, será por disfrute, será por necesidad, será para conocernos, será para enseñar a otros, ¿o será por todas las razones anteriores?
No se podría hacer una lista que lograse enumerar a todas y cada una de las razones por la cual creamos arte, o al menos no es posible para un ser humano, ya que ésta sería meramente inalcanzable.
Nos gusta leer porque es parte del mundo del entretenimiento, así como hacer deporte o ver la televisión, pero cada tanto una lectura es capaz de impactarnos, o mejor dicho, cada tanto tenemos la suerte de encontrar una buena lectura.
Puede llegar a ser sorprendente que una tarde aburrida de verano nos orille a leer un libro, pensando que uno no tiene nada mejor que hacer, y a final de cuentas ya han volado horas y al pasar la última página del libro miramos al reloj y pensamos: Eh, el tiempo perdido “valió” la pena.

Son lecturas que en verdad nos capturan y nos dan un gran momento de entretenimiento, cosa muy difícil en estos días. Mis historias favoritas son las que te mantienen todo el tiempo emocionado y ansioso de que será lo que pasará a la vuelta de la hoja.
Como se ha dicho antes, uno tiene la suerte de encontrarse con estas lecturas, así lo fue, en mi caso al menos, con “El mago de Esmirna” y “Las nueve vidas de Jeremy”, y con “La caja”.

Este tipo de historias suelen tener enseñanzas más o menos opuestas.
De La caja podemos sacar, “la curiosidad mató al gato”, “la avaricia no nos lleva a ningún buen lado”, “uno nunca termina de conocer a las personas”, entre otras.

El cuento “La caja”, nos presenta a la tentación, que de por sí es muy fuerte en cualquiera de sus presentaciones, en este caso se presenta de una manera mucho más fuerte. Es apostar la vida de un posible extraño contra cincuenta mil dólares, muy tentador, ¿Cuánto rencor se podría sentir?, millones de vidas se escapan a diario en el mundo, una mas no haría mucha diferencia, además esa “una más”, al tratarse de un extraño no nos afectaría mucho o casi nada.
Uno como persona diría que no presionaría el botón, sin embargo la situación cambiaria mucho si nos pusieran en esa situación en tiempo real.
Creo que no existe mejor prueba de nobleza que la que nos presenta “La caja”, ni mejor prueba de arrepentimiento.
No importa que tanto uno piense que conozca a una persona, uno nunca termina de conocerla, si de por sí nosotros no dejamos de conocernos a nosotros mismos menos podemos decir que conocemos a los demás.

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