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martes, 7 de mayo de 2013

Rayuela / Gerardo Carmona Gómez



Rayuela
Gerardo Carmona Gómez
4°semestre de preparatoria

            Un libro siempre valdrá por una cantidad de libros distintos igual a la cantidad de individuos que pueden o llegan a leerlo. La razón es que cada quien comprenderá de una manera distinta el libro; poseerá una perspectiva diferente de los demás, aun cuando esta diferencia sea mínima. Agregado a ello las demás posibles formas de interpretarlo producto de distintas etapas de vida, los pensamientos que genera éste, pueden ser muy distintos. Pero éste libro vale por miles en otra forma. No posee un orden para leer sus capítulos, por lo que existe una posibilidad de combinaciones en el orden de los capítulos confundible con el concepto de infinidad. Podría asegurarse como una meta inalcanzable probar todas las combinaciones (o siquiera la mitad de ellas) durante una, dos o tres vidas humanas.
            Cada combinación resultaría en una historia distinta, semejantes entre todas, y algunas quizá muy parecidas debido a la simple diferencia de la ubicación de dos capítulos, y otros, por esa misma razón, con un sentido apenas parecido.
            Rayuela, de Julio Cortázar, es este libro. “Rayuela” quizá por el juego que conocemos como “bebeleche” o “avioncito” y cómo se combina el salto de los números o cuadros, por lo que a veces se llegan a desafiar las leyes físicas de espacio (claro, en casos extremos). Rayuela de Cortázar desafía, en cierta forma, las leyes físicas del tiempo.
            ¿Habría sido esa la intención de Cortázar? ¿Una novela en la que no importa si uno olvida el capítulo en el que había quedado, pues podría siempre iniciar desde cualquier otro al azar y continuaría una historia? ¿o habría sido quizá, sólo un accidente, un olvido de la coherencia entre los capítulos que produce una sensación de la presencia de ella sin importar qué orden se siga? Razón por la que se haya presentado así es irrelevante quizá, y el resultado es aquello de verdadera importancia. Sea cual fuere el motivo, significó una obra innovadora, hecho que haría popular al libro, fuese bueno o malo, incluso.
            Es, sin embargo, bueno. Encontré una lectura cómoda, un estilo interesante, sin duda, pero que puede llegar a agobiar. Pareciera divagar con hechuras y relaciones bien justificadas, en caso de haber sido planeadas, pero tanto divagar y recordar historias lo transforma en un compendio de anécdotas narradas a manera de prosa poética. Se maneja, a su vez un lenguaje no tan rebuscado, lo que algunos consideran verdadera cultura: saberse expresar de una manera adecuada con el uso de un lenguaje coloquial.
            El libro parece, además, una manera de conocer la emblemática ciudad de París. No como un turista que va a conocer la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo o La Catedral de Notre Dame, sino, como alguien que pasea de manera habitual las calles de la ciudad. Se mencionan parques, puentes, una panadería que quizá ya no existe (si es que existió), algún popular café y más.
            Es uno de esos platillos que vale la pena consumir, un platillo que es bueno probar por ser saludable, por ser de un sabor exquisito y por ser al mismo tiempo preparado con ingredientes extraños, ese tipo de platillo me parece Rayuela. 

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