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martes, 7 de mayo de 2013

Comentario sobre el cuento Bye Bye Love de Parménides García Saldaña, leído en clase/ Énder Velarde García


Comentario sobre el cuento Bye Bye Love de Parménides García Saldaña, leído en clase

Énder Velarde García
4º semestre de preparatoria
El cuento leído en clase lo describiría como un cuento platicado. No es una metáfora, en realidad el cuento está escrito como una conversación espontánea entre una pareja de jóvenes que pelean por un motivo que aún es desconocido. Ya no recuerdo si peleaban por una situación de pareja, o porque uno de los dos se había encontrado con otra persona en un baile, o a la chava se le ocurrió un malévolo plan para cortar con el chavo y que todo pareciese culpa del chavo por decir olvídalo como siete veces.
Fue muy divertido escuchar a mis compañeros leer los diálogos de los personajes con semejante afinidad y énfasis en las expresiones más destacadas.
No me hubiera divertido tanto si no hubiera leído el cuento en el salón. Más bien, hubiera dedicado la mayor parte de mi actividad cerebral en pensar y releer las líneas de los personajes, y preguntarme por la veracidad de ellas, y convencerme de que sí existen.
Llegué a pensar que la ausencia de conversaciones con significado era propia de la modernidad. Me doy cuenta que desde hace muchos años ya surgían conversaciones sin límite de tiempo, de dos a tres caídas; mientras más rápido mejor.
Hay mucho que contar sobre las conversaciones de hoy en día, y muchas cosas dichas serán malas; pero, no significa que todo lo dicho sea malo y deba tirarse a la basura. No hay que ser tan exagerados como para criticar pláticas sencillas; porque en la humildad se alcanza la grandeza.
Hablar de banalidades no es malo. Diría yo que es tan sano como emprender difíciles conversaciones sin fin aparente, sobre X o Y tema.
Hablar con sencillez puede ser muy profundo. Pero si todo lo que se dice es “aich, sí, no uf, ah, olvídalo”, podría existir un serio problema de comunicación.
El cuento fue escrito con motivo de entretener al lector con un lenguaje sencillo, pegadizo, como si fuera canción pop. A lo fácil.
A pesar de ello el tiempo corre rápido. El cuento se lee solo.
En lo personal, el estilo utilizado me gusta para escribir, pero bajo ciertas condiciones personales. Además de que casi siempre generará textos que triunfen en determinados sectores sociales (por la sencillez), este estilo sirve para desaburrirse de los textos que espantan de tan complicados y revoltosos, o revueltos.
Escribir en el estilo sencillo es un desahogo para el escritor que siempre busca la mejor de las perfecciones. El escritor normal retuerce las palabras hasta lograr encrucijadas sin escape y sacar el mayor jugo posible en la menor cantidad de palabras. El escritor directo escribe sin parar, sin detenerse, sin pensar en ambigüedades que puedan surgir de escribir tantas palabras sin parar. Imagino que debe ser un buen ejercicio mental escribir durante largo ratos sin detenerse, como lo acabo de hacer para demostrar lo sencillo que puede resultar llenar páginas y páginas de cuentos o de un solo cuento que narre una historia como la presentada en clase como si el escritor no parara de hablar.
Ni que la conversación entre los dos muchachos fuera tan difícil de inventar. De interpretar sí; quizás se torne complicado.

Retomo el hilo del principio para reflexionar el último trazo del cuento, el cual no deja de ser un reflejo de lo que en el pasado fue la actualidad. Es decir, que el cuento es un retrato vivo del tiempo en el que se escribió.
Visto desde lejos el cuento puede ser una mera crítica de las conversaciones volátiles y espontáneas.
Depende de la interpretación de cada quién.
Yo creo que ambos deberían haber tratado sus problemas de pareja; haber aprendido técnicas de autocontrol; contar hasta el número diez.
¡Pero por favor, cuántos años tenían!
Hubiera sido bueno mandarlas a Casos de la vida real, o a la Rosa de Guadalupe, porque hubieran sido una pareja estupenda para el programa, por no decir otra palabra.

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